Marihuana y legalización



Por ANULFO MATEO PÉREZ

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Lo penoso es que la lucha contra las drogas se haya instrumentado como ariete político desde los centros de poder mundial y que desde el ámbito progresista se responda con una posición antagónica simplista, anticientífica y errática, como es la legalización del cultivo, comercio y consumo de la marihuana.

La reciente aprobación en Uruguay de la ley que permite cultivar, expender y usar el cannabis sativa, es una decisión lamentable, que raya más allá de la ingenuidad y la inmadurez política.

Unos 37 años del uso tolerado de marihuana en los “coffee shops” de Holanda, Suecia, Alemania, Portugal, entre otros, ha demostrado que legalizar esa droga no revierte el tráfico ni los altos niveles de consumo.

Al contrario, el flagelo se ha expandido y sus efectos negativos sobre la salud física y mental de sus ciudadanos se han multiplicado significativamente, sobre todo entre los más jóvenes.

Según la Oficina de Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito, el cannabis es la sustancia ilícita más consumida mundialmente: existen entre 119 y 224 millones de usuarios en todo el mundo.

Apenas el pasado jueves, la Fiscalía belga reveló que una serie de allanamientos en ese país, Holanda, Alemania, España e Italia permitió desmantelar una red de narcotraficantes, incautando unos 410 kilos de cocaína.

La droga, traficada desde América del Sur hacia el mercado europeo, ha logrado multiplicar su demanda, entre otras causas, por el cambio del “set de actitudes” de esas sociedades, que ahora son más permisivas al consumo.

La legalización de la marihuana es un intento fallido contra el tráfico de drogas y sus consecuencias. No olvidar que ese lucrativo e ilegal negocio beneficia a enclaves de poder en todo el mundo. Se imponen otras estrategias.

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