El 54 aniversario de la matanza de Palmasola
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Este miércoles 28 de
diciembre, se cumplen cincuenta y cuatro años del crimen de odio religioso más
horrendo del siglo XX: la matanza de Palmasola. Este acontecimiento es una
mancha negra de la historia nacional.
La Matanza de Palmasola
ocurrió en el empobrecido paraje rural que lleva ese nombre en el municipio de
Las Matas de Farfán, la mañana del 28 de diciembre del 1962, resultando más de
doscientos hombres y mujeres acribillados y varios cientos heridos. Las autoridades
solo reconocieron 27 muertos.
Lo ocurrido en Palmasola
representó un genocidio contra campesinos que reivindicaban su fe en un Dios
local -Liborio Mateo-. Estos campesinos se habían reunido para festejar el
“milagro” de la reencarnación y venida de su líder espiritual, regreso que
ellos habían esperado durante cuarenta años.
Al frente del gobierno
estaba el Consejo de Estado y se preparaba para dirigir el país, tras ganar las
elecciones nacionales, el Profesor Juan Bosch. La Iglesia Católica, dirigida en
la región por Monseñor Thomas F Reilly, mantenía una cerril campaña de
agitación popular en contra del movimiento mesiánico de Palmasola. Por ese
motivo, el gobierno envió al lugar un contingente combinado de la Policía y el
Ejército nacionales, quienes atacaron a tiros -sin piedad- a practicantes de
una arraigada expresión de religiosidad popular iniciada a principios del siglo
veinte en la comunidad de Maguana Abajo, municipio de San Juan de la Maguana,
inspirado por un carismático curandero que había sido perseguido y ejecutado
cruelmente por las fuerzas interventoras de los Estados Unidos, el 27 de junio
del 1922.
El acoso a Liborio Mateo,
un líder espiritual con gran influencia social en la región, se produjo en el
período 1917-1922. En un coordinado ataque a su feudo en la Cordillera Central,
las tropas del ejército invasor, al mando del Capitán Williams, lo asesinan y
su cadáver, amarrado en una parihuela forrada de trozos de yagua palmera, fue
traído a la ciudad de San Juan de la Maguana, donde, como botín o trofeo de
guerra, lo exhibieron y pasearon por las polvorientas calles de este pueblo
sureño.
Asimismo, su cuerpo exánime
fue fotografiado y difundido en medios impresos nacionales. Por ese despliegue
mediático de la imagen de Liborio le viene a los sanjuaneros el “mote” de
brujos. Era tal la penetración del curandero y mesías sanjuanero que su nombre
–Liborio- de tanto exclamarlo –oh Liborio, oh Liborio…- fue corrompido y
convertido en Oliborio.
Un aspecto fundamental que
hay que desbrozar es que Liborio Mateo, de un simple curandero mutó a liderar
un robusto movimiento de resistencia rural a la primera intervención de Estados
Unidos en República Dominicana. Es decir, este líder religioso asume un papel
político, patriótico, nacionalista y antiimperialista, méritos que lo exaltan a
un pedestal procero. Liborio, lo he sostenido antes, murió como lo hacen los
grandes revolucionarios: sin claudicar a sus convicciones y con las armas en
las manos, combatiendo con fiereza al enemigo extranjero.
A pesar de su muerte
física, los seguidores de Liborio esperaban su reencarnación. Estos aguardaban
pacientemente la venida de su deidad y usaban como signo y símbolo de su fe,
tres cruces clavadas en el exterior de sus viviendas. Asimismo, en las fiestas
de atabales dedicadas a cualquier santo católico se aprovechaba para cantarle
salves de alabanzas a Liborio, con lo cual sus parciales mantenían viva su
creencia.
Trujillo, cuando ascendió
al poder en el 1930 proscribió el Liborismo y persiguió a quienes se
proclamaban seguidores de este culto. Muerto el dictador en el 1961, varios
hermanos – Plinio y León, Adela y Eloy Ventura Rodríguez- en la apartada
comunidad de Palmasola en Las Matas de Farfán, Provincia de San Juan, se
autoproclamaron como reencarnados del Dios de la Maguana, y de inmediato las
romerías se hicieron interminables hacia el lugar, a donde acudían a proclamar
su fe y adoración a su montañés divinidad.
El culto de Palmasola fue
un rebrote Liborista, el cual fue eliminado abruptamente a través del uso de la
fuerza, provocando una escalofriante carnicería humana. Lo ocurrido en
Palmasola fue un crimen de odio religioso y un genocidio de Estado, sin
consecuencias para sus autores.
Vuelvo a sugerir a la
Procuraduría General de la República y/o al Congreso Nacional crear una
Comisión de la Verdad, con el objetivo de investigar y clarificar este ominoso
acontecimiento, ya que los genocidios son crímenes de lesa humanidad y estos no
prescriben.
Ruben
Moreta
Periodista
y Profesor UASD.

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