LA ESCUELA NO PUEDE SOLA

Roberto Rosado Fernández,
UASD, San Juan de la Maguana.

             La delincuencia ha tomado cuerpo en todos los rincones de la República Dominicana. Hay involucrados grupos ligados a todos los ambientes sociales que hacen vida en la nación.

Los que delinquen parecen estar protegidos por los llamados a poner los correctivos que impidan que los noticiarios de cada medio de comunicación se llenen de informaciones solo referidas a crímenes, asaltos y otros delitos.

Los argumentos en torno al grado de culpabilidad de las instituciones la centran en la familia, la escuela, los organismos policiales y el PODER JUDICIAL.

La familia por el grado de permisibilidad de los padres a los hijos, sobre todo cuando delinquen y por la falta de controles para planificar lo que deben ver en los medios de comunicación, es decir, las proyecciones de películas y programas que engendran violencia y promueven anti valores reñidos con la ética, la moral y las buenas costumbres.

La escuela debido a su papel formativo y orientador en torno al modelo de hombre y sociedad que se debe formar, los valores que se le debe inculcar desde la escuela para que puedan ser críticos, reflexivos  y agentes de cambios conforme a la dinámica y desenvolvimiento de la sociedad.

La policía por su responsabilidad en el orden y control del comportamiento de la ciudadanía y coarte, a su vez, de la delincuencia, y, el Poder Judicial como responsable de conocer el fondo de los expedientes que se le deposita ya sea del tren policial o por fiscalía.

Por lo que se ve a diario, estos mecanismos no parecen estar llenando las expectativas para la que fueron creados y como la sociedad espera de ellos.

La creciente delincuencia sigue creando desequilibrios expresados en temor y miedo por la poca garantía de seguridad. Esta delincuencia ha tocado las puertas de todos los sectores de la vida social incluyendo el propio estado y sus instituciones sin que se vislumbre alguna iniciativa que toque la raíz del problema.

Se hace urgente y necesario por demás buscar alguna fórmula que detenga esta ola delictiva. Me parece adecuada una política de estado que impida que las generaciones nuevas no ingresen a este mundo de tanto desequilibrio y tanta impunidad.

No es posible desde la familia y la escuela, ambas  no alcanzan, la otra escuela es mayor, tiene más recursos y está más tiempo con los niños y los jóvenes mientras los padres buscan su sustento.

La televisión y la radio pueden más que todos los mecanismos existentes en la escuela y en el hogar. Las películas y las novelas son escuelas del placer exagerado, de la vida descompuesta, de la riqueza fácil, de la violencia en todos los sentidos, de las inconductas y el  irrespeto.

A pesar de los esfuerzos que se hacen en cada hogar y de las tareas que realiza la escuela, aquella  escuela, engendradora de toda violencia, es mayor y más eficiente, penetra más en la juventud induciéndola a rechazar las orientaciones  tanto del hogar como de la escuela.

La tarea más efectiva vendría desde  el estado con el solo hecho de establecer controles que garanticen que lo que se proyecte en la televisión vaya en consonancia con las enseñanzas del hogar y la escuela.

De hacerse esta parte es probable que tengamos en el futuro más jóvenes pensando en una profesión, formar  un hogar y sostenerlo con los recursos que le genera el empleo en vez de delinquir.

¡OJALA QUE SE PUEDA!



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