SANTO DOMINGO.- “Tienen la
fuerza, podrán avasallarnos, pero no se detienen los procesos sociales ni con
el crimen ni con la fuerza. La historia es nuestra y la hacen los pueblos”,
estas fueron las últimas palabras del presidente chileno, el pediatra Salvador
Allende Gossens, minutos antes de suicidarse cuando era bombardeado el Palacio
de La Moneda, por parte de las Fuerzas Armadas de Chile.
De esta forma el 11 de
septiembre de 1973 se consumó el golpe de Estado contra el primer presidente
marxista que llegó al poder a través de las elecciones dentro de un Estado de
Derecho, mediante una acción encabezada por el general Augusto Pinochet Ugarte,
de cuyo hecho se cumplen hoy 44 años.
Allende Gossens asumió al
poder en Noviembre de 1970, tras ganar las elecciones con el partido de la
Unidad Popular, venciendo a Jorge Alexandri y Rodomiro Tomic. El político
marxista obtuvo 983, 041 votos.
Mucho antes de que Allende
Gossens asumiera el poder, el gobierno de los Estados Unidos, con Richard Nixon
a la cabeza, y a través del Secretario de Estado, Henry Kissinguer, comenzó a
urdir planes conspirativos contra el mandatario sudamericano. En esa línea se
conocen el financiamiento a grupos subversivos, el respaldo al Tanquetazo y el
asesinato de los generales René Schneider y Carlos Prats, entre otras
maniobras.
Al llegar el mes de
noviembre de 1970, Allende Gossens asume el poder en Chile y de inmediato
inicia una serie de reformas sociales, donde lo más relevante eran la
distribución de la riqueza y la nacionalización de la minería.
Es significativo el corte
de las líneas de crédito que EE.UU. había comprometido con el país andino, así
como la presión que hizo sobre la banca para que dejase de invertir como
represalia a la nacionalización del cobre, que había supuesto arrebatar su
control a la compañía minera norteamericana ITT Corporation. Como resultado de
esas presiones, los 270 millones de dólares que teóricamente se tenían que
invertir en el país en 1972 quedaron en poco más de 30.
No cabe dudas de que el
acercamiento del presidente Allende Gossens con el gobierno cubano causó
malestar entre la cúpula militar chilena. Fidel Castro, en su condición de
presidente de Cuba, visitó de manera oficial a Chile, donde permaneció tres
semanas, después de arribar a la capital Santiago el 10 de noviembre de 1971,
donde fue recibido con una ovación apoteósica.
A medida que se iba
profundizando el programa de reformas sociales, la oligarquía chilena en
coordinación con el gobierno de los Estados Unidos fue activando planes
conspirativos, en los que se utilizaron a los militares, con Pinochet Ugarte
como pieza clave de ese proceso.
El presidente socialista afrontó
la primera huelga, el 18 de noviembre de 1970, 15 días después de haber asumido
el cargo.
Durante su juventud y la
época de estudiante siempre defendió a los más débiles y al participar en la
política se inclinó por representar a la izquierda marxista.
Allende Gossens tenía un
profundo sentimiento por los trabajadores chilenos, cuyo sector recibió el
respaldo del gobierno socialista con los planes que venía implementando el
mandatario. Otros planes a favor de las mujeres fueron puestos en primer plano
por la administración de la Unidad Popular.
A medida que el médico
pediatra iba profundizando las reformas sociales, en esa misma medida la
oligarquía chilena y los militares urdían planes conspirativos bajo las órdenes
de los Estados Unidos.
Uno de los aspectos que se
le criticó a Allende Gossens fue su demasiada confianza hacia los militares
chilenos, algunos de ellos con profundos sentimientos nazis.
El propio mandatario en su
memorable discurso de despedida por Radio Magallanes, desde el Palacio de La
Moneda, dijo lo siguiente: “el señor Mendoza, general rastrero, que sólo ayer
manifestara su fidelidad y lealtad al gobierno, también se ha nominado director
general de Carabineros”. A quien se refería Allende Gossens era al general
César Mendoza Durán, el cual se autodesignó Jefe de los Carabineros (la Policía
chilena).
El Tanquetazo, consistente
en una intentona golpista con la utilización de tanques en la mañana del 29 de
junio de 1973, encabezado por el teniente coronel Roberto Souper Onfray, fue la
primera acción abierta de los militares contra el presidente Allende Gossens.
Esa conspiración fue
sofocada por el jefe del Ejército, general Carlos Prats, y el general René
Schneider, quienes mostraron lealtad al mandatario.
A pesar de la situación,
los militares continuaron conspirando, y cuatro meses después del Tanquetazo,
en la mañana del 11 de septiembre rodean el Palacio de La Moneda, exigiendo la
renuncia de Allende Gossens.
El gobernante rechazó las
exigencias de los militares golpistas, y decidió hacer resistencia desde el
Palacio junto a varios colaboradores cercanos, como el periodista Augusto
Olivares, quien murió durante el tiroteo.
Cuando los militares
asumieron el control de la situación, el general Augusto Pinochet Ugarte se
puso al mando del gobierno, iniciando así una de las dictaduras más espantosas
de América Latina.
Cientos de chilenos fueron
asesinados y desaparecidos, miles torturados y prisioneros, mientras que otros
se fueron al exilio.
El Estadio Nacional de
Chile fue utilizado como campo de concentración, donde cientos fueron
asesinados y torturados, entre ellos el cantautor Víctor Jara, quien antes de
ser asesinado, le cortaron sus dos brazos.
Dentro de los
desaparecidos figura el dominicano, Juan Andrés Blanco Castillo, hijo del
dirigente peledeísta Andrés Blanco Fernández. Luego, el dominicano fue
asesinado por los militares chilenos.
Pinochet Ugarte implantó
un régimen de terror en momentos en que los países vecinos como Bolivia y
Argentina, otros dictadores bebían sangre humana como su desayuno.
Salvador Allende Gossens
se convirtió en un ícono para todos los países latinoamericanos que aman la
libertad, cuya luz debe brillar desde México hasta el último rincón de la
Patagonia.
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