Europa Languidece

Manolo Pichardo
El liderazgo europeo, que desde la Segunda Guerra Mundial
y, específicamente, a partir de los acuerdos de Bretton Woods que definieron el
nuevo orden mundial que hoy se desvanece,
asumió un papel secundario que le permitió a Europa preservar una cuota
del mercado manufacturero y financiero mundial; uno más discreto en el de la
producción de armas y más activo en el papel de la gendarmería global a través
de la OTAN bajo la lógica de contener una posible expansión soviética hacia su
territorio, papel que siguió desempeñando a pesar de la desaparición de lo que
se entendía como una amenaza para su existencia.
Las aventuras europeas junto a Estados Unidos en el marco
de la configuración de la unipolaridad, comprometió al liderazgo continental en
acciones bélicas que recorrieron desde los Balcanes hasta África con todo y los
bulos – las armas de destrucción masivas jamás encontradas- para justificar
refriegas tan siniestras como la de Irak que provocó la muerte de más de 500
mil niños, quizás entendiendo de que de su rol secundario pasaría, en el nuevo
escenario unipolar -en el que la historia había sido liquidada por Francis
Fukuyama- a una especie de cogobierno mundial, sin darse cuenta de que en los
planes estratégicos del “hegemón” no estaba compartir su hegemonía, sino de que
sus antiguos aliados pasaran a ser, si es que no lo fueron antes, peones en el
tablero geopolítico de su juego, como lo revelara la novedosa plataforma
periodística WikiLeaks.
La irrupción de nuevos actores que no fueron visibles
durante un tiempo, pero que comenzaron a aparecer en el escenario global sin
ruidos, sin tropas, ni aviones, ni barcos, ni portaviones, ni grandes cadenas
de medios de comunicación construyendo realidades inexistentes, comenzaron a
ser parte de una reconfiguración planetaria que comenzó a apuntar hacia la
multipolaridad.
Entonces la
estrategia del juego debía cambiar y el socio que compartió beneficios con
Europa, hasta permitirle alcanzar un estado de bienestar que facilitara un
mercado de consumidores seguros, debe pasar abiertamente ahora a ser un
instrumento para poner freno al nuevo curso que empezó a definir
realineamientos expresados en novedosas alianzas que se fueron convirtiendo en
descomunales proyectos como la Franja y la Ruta, el Banco Asiático de Inversión
en Infraestructura (AIIB), la creación de los BRICS, la Asociación Económica
Integral Regional (RCEP) y el afianzamiento y expansión de la Organización de
Cooperación de Shanghái (OCS).
Asia se torna visible y amenazante. ¿Cómo detenerla para
preservar el antiguo orden y con ello la hegemonía? La OTAN y su expansión
hacia el este pudiera ser la respuesta: ¿Georgia, Bielorrusia o Ucrania como
entrada?
No importa, Occidente rompió lo pactado con Gorbachov al
sumarse a las tres exrepúblicas soviéticas bálticas, incluyendo a Polonia, a La
Alianza.
Pero el escenario actual es Ucrania; es el camino hacia
el este, es el juego para el freno al mundo no occidental que trajo
consecuencias nefastas para Europa que, metida en la estrategia estadounidense
a modo de instrumento, sufre más que Rusia por las sanciones a ésta por su
operación militar en Ucrania, pues la crisis energética hunde su competitividad
y, como consecuencia, desmantela su industria que huye en estampida hacia
EE.UU. quien ofrece incentivos para que se instalen en su territorio; y así, el
coloso del norte apuesta a restaurar la industria que desmanteló bajo las
políticas reaganianas de
deslocalización, sin darse cuenta en su momento que entregaban al continente
asiático, y específicamente a China, su industria.
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