Gigantesco escándalo: Usaid y la prensa “independiente” RD

Por NELSON ENCARNACION
A raíz de la decisión del presidente Donald Trump de dinamitar la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid), debido a lo que él define como “una corrupción tremenda”, en todos los países donde esa entidad ha tenido incidencia se ha desatado un escándalo de grandes dimensiones por las cuestiones que se han destapado.
En la República Dominicana,
por ejemplo, algunos con hachas que afilar contra periodistas “desafectos”, se
han ido por la pendiente del chisme, atacando el buen nombre de veteranos
comunicadores, quienes han salido a defender su honra y adelantar su disposición
de accionar en justicia contra los difamadores.
Sin embargo, la cuestión más
grave y deleznable del comportamiento del Gobierno estadounidense a través de
esa agencia, ha sido un laborantismo tenebroso en muchos aspectos, uno de los
cuales ha terminado minando la reputación de una cantidad impresionante de
medios de comunicación en todos estos países.
Y es que, cuando aflora que
la Usaid por décadas se ha dedicado a financiar a medios y a periodistas para
supuestamente fomentar una prensa “independiente”, en realidad la intención fue
poner a estos en contra de los gobiernos no alineados con las políticas de
Washington, y que, a través del minado de imagen de estos regímenes, se ha
logrado fomentar la desafección de los pueblos y hasta provocar su
desestabilización.
De esa forma, la
credibilidad de dichos medios y hacedores de opinión ha quedado seriamente
agraviada al saberse que su actitud obedecía a una obligación derivada del
compromiso económico.
Es decir, que esos medios y
periodistas en realidad son independientes de los gobiernos, pero muy
dependientes de la agencia, por aquello de que “quien paga, manda”.
Esta cuestión es apenas una
porción mínima de la agenda desarrollada en muchos países, pues quizás la más
alarmante ha sido el financiamiento a grupos disfrazados de sociedad civil para
quienes el Estado debería desaparecer y soltar las políticas públicas en banda,
aunque a millones de personas se las lleve el diablo.
Gracias a la actitud del
presidente Trump —que no deja de ser retaliación, al fin y al cabo— hemos
podido comprobar el papel siniestro que en muchos casos ha desempeñado la
agencia, la cual también ha refugiado a conspiradores y desestabilizadores
amparados en una calidad supuestamente civil. ¡Bien por Trump!
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