Periodista: destaca la obra, ahórrate la coba

Por Rafael Méndez
Valores innegociables
En el ejercicio del periodismo, la imparcialidad y la ética no son valores negociables, especialmente cuando se trata de evaluar y comentar las acciones de figuras públicas. Sin embargo, en la práctica, se ha vuelto común que ciertos comunicadores y comentaristas confundan el análisis objetivo de una obra o acción con la exaltación personal del funcionario que la ejecuta. Este fenómeno, que puede parecer inofensivo, erosiona la credibilidad del periodismo y compromete su misión como vigilante de los hechos.
La labor del periodista no
consiste en aplaudir personalidades ni en construir mitos alrededor de quienes
ostentan el poder. Por el contrario, el deber ético del profesional de la
comunicación es destacar la trascendencia o impacto de los hechos, permitiendo
que estos hablen por sí mismos.
No se trata de negar el
reconocimiento a los logros, sino de evitar que dicho reconocimiento se desvíe
hacia la adulación de cualidades personales, amistades o supuestos gestos
heroicos de los actores políticos.
(La "coba" es un
término coloquial dominicano que se refiere a la adulación excesiva, el
servilismo y la alabanza desmedida hacia figuras de poder, especialmente
funcionarios públicos. Esta práctica, enraizada en nuestra cultura, se
manifiesta en el periodismo a través de la exaltación de cualidades personales,
la omisión de críticas o la justificación de errores, y el uso de un lenguaje
adulador y poco objetivo).
El peligro de la adulación
disfrazada de análisis
El problema con el
periodismo de coba es que desdibuja los límites entre la crítica objetiva y la
propaganda. Cuando un comunicador resalta una obra o acción, pero
inmediatamente desvía la atención hacia las virtudes personales del
funcionario, el público queda desprovisto de un análisis profundo y termina
atrapado en una narrativa vacía de contenido.
Esto no solo perjudica la
función crítica del periodismo, sino que también fomenta una cultura de
mediocridad donde las acciones públicas se juzgan más por la simpatía hacia
quien las ejecuta que por su impacto real en la sociedad.
En un medio provincial que
conduje, y que bien podría ser calificado como “kilométrico” por sus cinco
horas diarias, tuve el privilegio de reunir en un mismo espacio a comunicadores
de diversas corrientes ideológicas.
Esta pluralidad,
enriquecedora en esencia, nunca fue un pretexto para convertir esos espacios en
una tribuna de propaganda oficialista, incluso cuando ocupaba una posición
política como diputado del partido de gobierno.
Siempre dejé en claro una
regla fundamental: cuando se hable de una obra o acción impulsada por mi
gestión, que se analice su importancia o impacto, pero nada de alabanzas a mi
persona. Este principio fue una manifestación consciente de la responsabilidad
ética que exige separar el rol de funcionario del de ciudadano sujeto a
escrutinio. El periodismo, como cuarto poder, debe centrarse en el interés
público, no en el culto a la personalidad.
Centrar la atención en el
impacto, no en la personalidad
¿Cuál es el papel del
periodista: alabar a los funcionarios públicos o analizar críticamente sus
acciones? ¿La "coba" contribuye a fortalecer la democracia o la
debilita? El periodista debe ser un vigilante del poder, un promotor de la
rendición de cuentas y un defensor del interés público. Su labor no consiste en
adular a los poderosos, sino en informar y formar opinión pública de manera
objetiva y responsable.
El periodismo ético pone en
primer plano los hechos, la trascendencia de las decisiones y el análisis de
sus implicaciones. En lugar de preguntar “¿Quién lo hizo?”, la pregunta
correcta debe ser “¿Qué impacto tiene en la vida de los ciudadanos?”. Este enfoque
permite que la audiencia forme su propio juicio, sin la interferencia de
adulaciones que distraen y desvirtúan.
El llamado es claro:
periodistas, destaca la obra, pero ahórrate la coba. La sociedad necesita
información objetiva, análisis crítico y un periodismo que cumpla con su deber
de informar y formar opinión pública sin sucumbir a las tentaciones del
servilismo. Al final, la verdadera grandeza de un comunicador radica en su
capacidad de resistir las presiones y mantener su integridad, aún frente a los
intereses más poderosos.
Por un periodismo ético y
responsable
Para combatir la
"coba" y promover un periodismo más ético y responsable, es necesario
un esfuerzo conjunto de periodistas, medios de comunicación y la sociedad en
general.
Para los periodistas:
Centrarse en los hechos, utilizar fuentes confiables, evitar los juicios de
valor, cuestionar el lenguaje utilizado, investigar a fondo las acciones de los
funcionarios públicos y mantener la independencia y la objetividad.
Para los medios de
comunicación: Fomentar una cultura de independencia y objetividad, invertir en
la capacitación de sus periodistas, establecer mecanismos de rendición de
cuentas y garantizar la libertad de prensa.
Para la sociedad en general:
Ser más crítica y exigente con la información que consume, valorar el
periodismo independiente y comprometido con la verdad y exigir transparencia y
rendición de cuentas a los funcionarios públicos.
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