¿Nobel de pólvora? Los escenarios tras el premio a María Corina Machado
Ociel Ali Lopez
El sorpresivo premio Nobel de la Paz a la líder opositora venezolana María Corina Machado ha generado un fuerte rechazo en la izquierda mundial, mucho apoyo en sectores conservadores, así como la indiferencia en líderes moderados importantes, como los presidentes de España, Pedro Sánchez; de México, Claudia Sheinbaum; y de Chile, Gabriel Boric.
Una vez digerido el
acontecimiento, queda por analizar el impacto que podría tener en la oposición
venezolana y sus aliados internacionales, en el Gobierno venezolano y en la
política interna de EE.UU.
Si bien nada indica que una
premiación de este tipo implique una proyección automática de la derechista,
subestimar el acontecimiento impediría comprender los posibles cambios que
pueda generar en diferentes esferas.
Impacto en la oposición
El primer impacto que ha
suscitado el otorgamiento del premio es en la propia Machado, quien en la
primera entrevista después de recibir la noticia del galardón, escaló la
agresividad discursiva y amenazó con "neutralizar" a sectores que ya
tiene "identificados" y que, a su juicio, pueden
"desestabilizar" un hipotético "gobierno de transición".
La galardonada se alinea, aún
más abiertamente, a una gramática al estilo del presidente de EE.UU, Donald
Trump —a quien dedicó el galardón—, y del primer ministro de Israel, Benjamín
Netanyahu, a quienes anteriormente les ha pedido intervenir en Venezuela.
Si bien nada indica que una
premiación de este tipo implique una proyección automática de la derechista,
subestimar el acontecimiento impediría comprender los posibles cambios que
pueda generar en diferentes esferas.
Entonces, la primera
consecuencia del Nobel es que, en vez de ayudar a atemperar el discurso radical
de Machado, o siquiera invitarla a potabilizar su postura hacia otros sectores,
solo contribuyó a develar una política de confrontación aún mayor.
Esto es especialmente
peligroso, ya que ella ha puesto sobre la mesa un escenario violento que podría
implicar un llamamiento a una confrontación civil. En pocas palabras, es un
premio a la paz que trae vientos de guerra.
Luego, el galardón produce
cambios a lo interno de la propia oposición venezolana. En los ciclos
insurreccionales o electorales anteriores, el dirigente opositor que asumía la
vanguardia y no lograba su objetivo, quedaba rápidamente desacreditado y sustituido
por uno nuevo.
Así sucedió con Henrique
Capriles, en 2013; con Leopoldo López, en 2014; con Henry Ramos Allup, en 2015;
con Juan Guaidó, en 2019. Pero ahora, el Nobel le permite a Machado una
proyección prácticamente atemporal y prolongada como adversaria del chavismo.
Esta ascendencia toca a la política doméstica e internacional, especialmente en
relación al mundo político conservador.
El cambio constante de
liderazgo en la oposición fue algo que enrareció la relación del
conservadurismo mundial y la derecha venezolana, pero ahora este acontecimiento
puede generar una "legitimidad" otorgada por Oslo, que puede llevar a
que esta líder no sea automáticamente sustituida por cambios intestinos de la
oposición, pese a las promesas que incumplió tras las presidenciales de 2024.
La actitud actual del Partido
Demócrata podría estar precipitando una nueva postura antiguerra, a la que ya
se han sumado algunos sectores republicanos, como los senadores Rand Paul y
Lisa Murkowski, quienes votaron a favor de limitar las operaciones militares en
el Caribe.
Este enaltecimiento disminuye
notablemente la capacidad de maniobra de los otros liderazgos que compiten en
la esfera opositora y le da a Machado un halo de perdurabilidad política.
¿Tendrá impacto en EE.UU.?
El 8 de octubre, la mayoría
republicana en el Senado rechazó, con 51 votos contra 48, un intento demócrata
de limitar las operaciones militares en el Caribe. Esta información da cuenta
de que el consenso bipartidista sobre una política agresiva hacia Venezuela se
ha roto.
La iniciativa del Partido
Demócrata, aunque derrotada ese día, quiebra la forma homogénea en que el
Congreso estadounidense impulsó, en 2019 y 2020, un "gobierno
paralelo" para derrocar al presidente Nicolás Maduro; o cuando la Cámara
de Representantes aprobó por unanimidad, en noviembre de 2024, la Ley Bolívar,
cuyo objetivo era aumentar la presión financiera sobre la economía venezolana.
Es muy posible que la unificación de criterios bipartidista se esté
resquebrajando.
La actitud actual del Partido
Demócrata podría estar precipitando una nueva postura antiguerra, a la que ya
se han sumado algunos sectores republicanos, como los senadores Rand Paul y
Lisa Murkowski, quienes votaron a favor de limitar las operaciones militares en
el Caribe.
En tanto, la premiación a
Machado y su alineación directa con el discurso trumpista de 'Make America
Great Again' (MAGA) puede provocar dos escenarios.
O genera empatía y construye
puentes en sectores demócratas que están reticentes a apoyar un escenario
bélico de Washington; o, por el contrario, se ubica del lado de los
"extremistas de derecha", y pierde respaldo en importantes líderes
demócratas que no se han visto muy entusiasmados con su galardón.
El laurel otorgado por Oslo
cohesiona mucho más a los sectores que apoyan al gobierno venezolano y a las
fuerzas chavistas. Si en algún momento había alguna reserva entre sectores
moderados y otros más radicalizados, las diferencias han venido cediendo.
Cabe recordar que Machado
siempre ha tenido una relación mucho más directa con los republicanos, siendo
recibida en 2005 en el Despacho Oval por el expresidente George W. Bush, en
plena guerra con Irak y Afganistán.
A esta situación habría que
sumarle la relativa renuencia de miembros del movimiento MAGA, que aunque
reconocieron el otorgamiento del Nobel, consideraron que era el mandatario
republicano quien lo merecía. Trump, aunque habló con Machado y alabó su labor,
no la mencionó explícitamente y fue reiterativo en su demanda de recibir el
galardón.
A lo interno del Gobierno
Finalmente, el laurel otorgado
por Oslo cohesiona mucho más a los sectores que apoyan al gobierno venezolano y
a las fuerzas chavistas. Si en algún momento había alguna reserva entre
sectores moderados y otros más radicalizados, las diferencias han venido
cediendo.
El extremismo de Machado, que
ha fomentado un enfoque patológico y agresivo desde el origen de su militancia
política, se ha posicionado como enemigo histórico del chavismo, sobre todo
desde el consumado golpe de Estado de 2002 contra el entonces presidente Hugo
Chávez.
En ese entonces, ella fue una
de las firmantes del "decreto Carmona", en el que se suspendían todos
los poderes públicos y los derechos fundamentales consagrados en la
Constitución.
Machado, a diferencia de otros
líderes opositores, no tiene políticas mínimamente potables que puedan
disgregar al chavismo, sino que, por el contrario, su postura incrementa la
unión del movimiento de izquierdas y de los sectores progresistas, incluso de
aquellos que son críticos con el Gobierno.
De todas, todas, la
"distinción de la paz" solo abona un escenario conflictivo en el país
suramericano, al alentar a una vocera que ha pedido intervenciones militares y
que evita a toda costa las negociaciones o el diálogo, independientemente del
costo que puedan tener. Su bandera, hasta ahora, ha sido la del "callejón
sin salida".

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