La minería dominicana y la confianza como política de Estado
Martín E. Valerio Jiminián
La República Dominicana enfrenta un momento crucial para definir la calidad de su desarrollo. El crecimiento económico ha sido constante, pero la sostenibilidad de ese crecimiento depende de algo más que cifras: depende de confianza, de gobernanza y de la capacidad de construir instituciones que equilibren la rentabilidad con el bien común.
La minería, muchas veces
observada con distancia, ya no es un actor silencioso. Hoy representa una de
las columnas más estables de la economía dominicana y un ejemplo de cómo el
sector privado puede asumir responsabilidades públicas. El país necesita confianza
como política de Estado. Y el sector minero ya la está practicando.
Durante décadas, el debate
sobre la minería estuvo atrapado entre extremos: la defensa incondicional y la
desconfianza absoluta. Sin embargo, el tiempo y los hechos han demostrado que
la minería moderna no se define por la extracción, sino por la gestión del
conocimiento, la tecnología y la disciplina financiera.
Hoy, las empresas mineras
dominicanas operan con estándares globales de cumplimiento ambiental,
transparencia fiscal y compromiso social.
Cada peso invertido en el
subsuelo genera infraestructura, empleo formal y encadenamientos productivos en
la superficie.
Esa es la diferencia entre una
industria extractiva y una industria del conocimiento. Y esa diferencia tiene
un nombre: gobernanza propositiva. Hablar de confianza no es un ejercicio de
retórica. Es un principio económico.
La inversión —local o extranjera— solo florece
donde hay estabilidad jurídica y reglas claras. Por eso, la discusión sobre una
nueva ley minera no puede reducirse a procedimientos o licencias, sino a una
arquitectura de confianza pública. Una ley moderna debe equilibrar cuatro
pilares esenciales: seguridad jurídica, estabilidad tributaria, innovación y
responsabilidad ambiental.
Seguridad jurídica
Los recursos naturales
pertenecen a la Nación, pero su aprovechamiento requiere de un marco legal
predecible. Esa previsibilidad es la que permite que la minería contribuya de
manera sostenida al PIB, a las exportaciones y a la estabilidad cambiaria. Sin
seguridad jurídica, la inversión se paraliza y la confianza se erosiona.
Estabilidad tributaria
El régimen fiscal es el
corazón de la confianza. La minería es una industria de largo plazo: antes de
producir beneficios, invierte años y miles de millones en estudios,
infraestructura y capital humano.
Por eso, la estabilidad
tributaria no es un privilegio, es un pacto de responsabilidad mutua. El Estado
necesita previsibilidad para planificar sus ingresos, y las empresas necesitan
estabilidad para reinvertir. Cuando ambas partes cumplen, la confianza se
transforma en crecimiento.
Las empresas mineras
dominicanas no piden excepciones. Han demostrado que pueden ser fiscalmente
responsables y financieramente disciplinadas. No es que aportan al fisco; es
que honran a su socio, el Estado, pagando con puntualidad y transparencia los
tributos que corresponden. Esa relación es más que económica: es moral.
Innovación y flexibilidad
La minería del siglo XXI ya no
es solo ingeniería pesada. Es una industria que digitaliza operaciones, reduce
su huella de carbono, optimiza el uso del agua, genera conocimiento, además del
impacto positivo por la transferencia de conocimientos que sucede cuando
exponemos a nuestros profesionales y técnicos a tecnología de punta.
La flexibilidad regulatoria no
implica debilidad del Estado, sino inteligencia institucional para acompañar la
innovación. Cada mejora tecnológica en una mina dominicana multiplica la
productividad y reduce riesgos ambientales.
Responsabilidad ambiental y
social
El desarrollo sostenible no se
mide por discursos, sino por prácticas. Las minas dominicanas operan con
programas de cierre progresivo, monitoreo ambiental y participación
comunitaria.
Esa responsabilidad social se
traduce en confianza territorial: las comunidades confían porque ven resultados
tangibles —empleos, caminos, formación técnica, salud—. La minería responsable
ya es parte del tejido productivo local.
En una economía global
incierta, la confianza se ha convertido en el activo más valioso. Los países
que logran estabilidad política, certeza jurídica y responsabilidad fiscal son
los que atraen inversión sostenible. La República Dominicana ha demostrado que
puede mantener estabilidad macroeconómica, pero ahora necesita fortalecer su
estabilidad institucional.
La minería puede ser uno de
los motores más estables para esa consolidación. No porque genere ingresos
extraordinarios, sino porque representa una cultura de planificación,
cumplimiento y largo plazo. El sector minero entiende la disciplina fiscal no
como una carga, sino como una virtud. La confianza del inversor nace donde el
Estado cumple y el sector privado honra sus compromisos.
La confianza no es una palabra
en la ley: es una práctica cotidiana.
En provincias como Sánchez
Ramírez, Monseñor Nouel y Maimón, la minería ha transformado la infraestructura
local, ha financiado centros educativos, apoyado microempresas y contribuido al
desarrollo de proveedores locales. Cada operación minera responsable se
convierte en un laboratorio de innovación social. Esa es la nueva minería
dominicana: la que genera prosperidad compartida sin renunciar a la
sostenibilidad.
La legitimidad no se hereda:
se construye. Y la minería dominicana la está construyendo con hechos
verificables, con disciplina económica y con respeto al Estado.
Su legitimidad institucional
proviene del cumplimiento; su legitimidad jurídica, del respeto a las reglas; y
su legitimidad moral, de entender que el desarrollo no se mide solo en cifras,
sino en confianza.
Por eso, la minería dominicana
debe ser vista no como un sector que pide, sino como un sector que propone,
actúa y honra sus compromisos. La estabilidad tributaria, la seguridad jurídica
y la innovación responsable no son reclamos gremiales: son políticas de Estado
que fortalecen la República.
El país que garantice
confianza será el país que atraiga inversión, genere empleo y reduzca
desigualdades. Esa es la base sólida y justa sobre la cual debe seguir
creciendo la República Dominicana.
La minería ya está haciendo su
parte. Es hora de que el resto de las instituciones hagan la suya.

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