La minería: mandato constitucional y motor del desarrollo sostenible nacional
Director Ejecutivo, Cámara Minera Petrolera de la República Dominicana (CAMIPERD)
La minería no es una actividad circunstancial ni marginal; es un mandato constitucional y una columna del modelo de desarrollo nacional. La Constitución de 2010 no deja lugar a dudas: los recursos naturales forman parte del patrimonio de la Nación y su aprovechamiento debe realizarse con racionalidad, sostenibilidad y transparencia.
El artículo 14 establece que
los recursos naturales del territorio nacional —incluidos el subsuelo y los
yacimientos mineros— son de dominio inalienable, imprescriptible e inembargable
del Estado.
El artículo 17 complementa
este principio al disponer que su explotación solo puede efectuarse mediante
concesiones o contratos otorgados conforme a la ley. Estos artículos consagran
un régimen público donde el Estado no es un mero espectador, sino propietario,
administrador y garante del interés nacional.
En este marco, la minería
dominicana no opera al margen del Estado, sino dentro de un sistema jurídico
que equilibra derecho público, iniciativa privada y función social de la
economía (artículo 50). Ese equilibrio es el que convierte la riqueza del subsuelo
en bienestar tangible para las comunidades y el país.
El artículo 40.15 de la Carta
Magna dispone que toda actuación estatal se rija por los principios de
razonabilidad y proporcionalidad. En el ámbito minero, esto se traduce en la
búsqueda de un balance entre regulación, protección ambiental y seguridad jurídica.
Solo a través de ese
equilibrio se construye credibilidad, el recurso más valioso de cualquier
sector económico. Sin confianza no hay inversión, y sin inversión no hay
progreso sostenible.
Esa confianza vuelve a
consolidarse. En los primeros siete meses de 2025, la minería dominicana creció
5 %, revirtiendo la caída del –12.5 % registrada en 2024. Solo en julio, el
crecimiento interanual fue de 21 %, una de las tasas más altas desde 2021.
Estos resultados confirman que
el país puede producir desarrollo sin comprometer sus principios ambientales ni
su institucionalidad.
Los artículos 66 y 67 de la
Constitución conforman lo que podemos denominar un bloque constitucional de
sostenibilidad minera, al reconocer el derecho colectivo a un medio ambiente
sano y el deber de restaurar los ecosistemas degradados.
Este marco obliga tanto al Estado como a las
empresas a operar con responsabilidad, trazabilidad y tecnología limpia,
garantizando que cada proyecto deje una huella positiva en el territorio:
mejores carreteras, escuelas, oportunidades laborales y comunidades más
resilientes.
Hoy, la minería moderna ya no
se mide solo por cuánto extrae, sino por cómo lo hace y a quién beneficia. El
reto no es extraer más, sino hacerlo mejor.
Más allá de la extracción, la
minería moderna es una industria de valor agregado, con capacidad para
dinamizar sectores completos de la economía dominicana.
Cada operación minera activa
cadenas productivas que incluyen transportes, metalmecánica, manufactura,
energía, puertos, tecnología, servicios ambientales, seguridad industrial y un
creciente universo de MYPYMES locales.
En los últimos años, más del
70% de las compras de las principales empresas mineras se ha realizado a
suplidores dominicanos, movilizando miles de millones de pesos en bienes y
servicios nacionales. Esto convierte a la minería en una de las pocas actividades
con un efecto multiplicador.
La minería también fortalece
la capacidad fiscal del Estado. Regalías, Impuesto Sobre la Renta (ISR),
anticipos, retenciones y la participación municipal han crecido de forma
sostenida, financiando carreteras, hospitales y programas sociales en provincias
que históricamente enfrentaban barreras de desarrollo. Esto flujo fiscal
expresa con claridad el mandato de los articulos 14, 16, 17 y 50: los recursos
naturales son patrimonio público y su aprovechamiento debe traducirse en
bienestar colectivo.
El impacto económico del
sector, por tanto, va mucho más allá de los montos de exportación: representa
un modelo basado en productividad, formalización laboral, inversión extranjera
directa responsable y fortalecimiento institucional.
Es un sector que combina
rentabilidad empresarial con beneficio público y que demuesta que el subsuelo
dominicano puede ser una palanca de bienestar si se gestionó con reglas claras,
tecnología y responsabilidad.
El mandato constitucional es
claro: los artículos 16 y 17 obligan al Estado a promover el aprovechamiento
racional de los recursos naturales en beneficio del desarrollo nacional.
Ese mandato se materializa en
lo que hoy denominamos el pacto social minero: un compromiso compartido entre
Estado, empresas y comunidades para transformar la riqueza del subsuelo en
bienestar visible en la superficie.
Cada proyecto minero responsable representa
una oportunidad para convertir comunidades rurales en polos de desarrollo, con
empleos dignos, infraestructura moderna y servicios sostenibles.
El desarrollo minero no debe
entenderse como una confrontación de intereses, sino como un ejercicio de
corresponsabilidad nacional. No se trata solo de extraer minerales, sino de
extraer progreso, con equidad territorial y beneficios concretos para las generaciones
presentes y futuras.
El debate sobre la nueva ley
minera no es un obstáculo: es una oportunidad para actualizar el mandato
constitucional con instrumentos modernos que fortalezcan la seguridad jurídica,
la sostenibilidad ambiental y la eficiencia institucional. Una legislación
clara y predecible consolidará un clima de confianza entre Estado, empresas y
comunidades, y permitirá que la minería siga siendo un eje estratégico del
desarrollo nacional.
La minería no contradice la
Constitución: emerge de ella. Cuando el Estado regula con equilibrio, las
empresas actúan con propósito y las comunidades participan activamente, se
cumple la esencia del texto constitucional: un desarrollo humano sostenible, basado
en la confianza, la legalidad y la buena gestión de nuestra riqueza natural.
La República Dominicana no
tiene que elegir entre desarrollo y medio ambiente. Puede, y debe, hacerlo
bien: con instituciones sólidas, reglas claras y una minería que deje huellas
de progreso, no de conflicto.

Publicar un comentarioDefault CommentsFacebook Comments