“Mami... yo no quiero que me roben de nuevo”

Santo Domingo….“Mami, yo no quiero que me roben de nuevo”, le dijo a su madre un menor de siete años que fue secuestrado en el 2009. El niño ñcuyo nombre se omite por mandato del Código del Menorñ ahora siente temor de quedarse solo, tras haber permanecido tres días y dos noches en poder de cinco desconocidos.
Esa es la razón por la que todavía está recibiendo atenciones sicológicas, casi dos años después del hecho.  
“Esa es la parte que estamos trabajando sicológicamente, no se queda solo siquiera jugando, de ese tiempo para acá él duerme conmigo, no está solo ni un minuto”, explicó la madre, quien pidió mantener su nombre en el anonimato.   
El menor recibió atenciones sicológicas los primeros seis meses después del suceso, pero hace un mes hubo que recurrir otra vez al especialista, porque le quedan secuelas de los daños emocionales que vivió durante el encierro.  
Durante los primeros seis meses asistía al sicólogo cada 15 días, pero en las últimas tres semanas ha ido una vez.  
Para evitar daños al menor, el caso ha sido tratado con prudencia por sus familiares. En el colegio, a sus compañeritos no se les informó del suceso. Su familia no le habla del tema, aunque el propio niño le refiere a veces aspectos del hecho.
Pero su madre, no le refresca lo ocurrido, a tal punto que nunca ha querido publicar su rostro en los medios de comunicación, ni que mencionen su nombre. La sicóloga que le atiende ha recomendado a la madre que le respondan al niño cualquier inquietud, aunque sin entrar en muchos detalles.
Su madre narró que después de ser rescatado, el niño rindió declaración a la Policía como un adulto, dio detalles de cómo se lo llevaron, quién lo amarró y le puso la cinta en la boca.
De las cinco personas involucradas, el niño sintió maltrato de quien lo amarró. Pero al poco tiempo del hecho, le dijo a su abuela que quería ir a la cárcel a perdonar a ese señor que se lo había robado, lo cual es atribuido por su madre a que la familia tiene una base cristiana.  
Impacto en la familia
Su madre quedó con un “shock” cuando recibió la noticia de que su hijo había sido secuestrado. Ella no creía lo que le estaban informando y en lo único que pensó fue en llamar al padre del menor.
“Yo duré como un promedio de media hora que no hablaba, ni lloraba, ni hacía nada; estaba totalmente petrificada”, cuenta.
Luego la reanimaron y pensaron ir a la Policía, “porque uno no piensa en nada, uno se resiste a creer que un hijo se desapareció”.
El primer día fue desesperante para esa familia, al menos las 12 primeras horas, sobre todo porque no sabían si el niño había sido secuestrado o raptado. En ese momento comprendió, por explicaciones de los agentes policiales, la diferencia entre rapto y secuestro. El primero es cuando se roban a un niño y muchas veces se lo llevan al extranjero, y el segundo término es capturarlo para fines de pedir rescate.
Cuando le explicaron el significado de esos términos, aún en medio del dolor, prefirió que haya sido secuestrado. Se siente  satisfecha por la labor de la Policía, porque dice hicieron un trabajo extraordinario, que le permitió, además de recuperar a su hijo, no tener que pagar el rescate que pedían, ascendente a un millón de dólares. A un año y medio del hecho, todavía la madre continúa recibiendo ayuda sicológica. A veces le entra pánico y no quiere transmitírselo al niño.
“Si estoy en un parque, voy detrás de él, y a veces él mismo me dice, mami, pero siéntate, y yo le digo: no, no, tengo que estar detrás de ti”, narra.
Ella trata de manejar esa situación, para que no afecte el crecimiento del menor.
Por cada día de los tres que su hijo estuvo secuestrado, ella estima que envejeció 10 años. “Uno como adulto, que fue quien vivió la situación, tarda más en recuperarse”, comenta.
La dama no ha dejado de tratarse con un sicólogo, porque el suceso le generó insomnio y otros problemas que no ha podido superar.  
“Creo que un padre nunca se recupera de eso”, confiesa la madre del menor.  
Los trastornos
Cuando una persona es secuestrada vive un trauma psico-emocional que le genera daño en su salud mental.  
Esos daños pueden ocurrir en lo inmediato, durante las primeras semanas, o después de uno o dos años.    
El trauma puede agravarse en función de varios factores, entre ellos si recibió maltrato físico y sexual, acto de terror o intimidación.
José Miguel Gómez, presidente de la Sociedad Dominicana de Psiquiatría, establece que durante las primeras seis semanas del secuestro, las víctimas pueden presentar trastorno del sueño, pesadilla, terror nocturno, impotencia, rabia, ira y sentimiento de culpa.
Esa persona suele hacerse muchas preguntas: ¿Por qué fue a mí que me secuestraron? ¿Por qué no pude evitarlo? Puede sentirse con una sensación de duelo en los días posteriores y pasar a padecer trastorno de ansiedad, y hasta presentar alguna conducta de paranoia social, pánico, temor, y una sensación desagradable de que algo le continuará pasando.  
Dependiendo de la gravedad del secuestro, el trastorno podría durar más tiempo, de seis meses hasta más de dos años, en cuya etapa podría padecer lo que Gómez llama estrés postraumático.  
Ese trastorno lo padecen aquellas personas que vivieron un trauma severo, desde el punto de vista emocional y físico. Habiendo pasado el año de ocurrido el hecho, queda con una sensación de miedo, de ansiedad y de que algo malo le puede volver a pasar.
Esa persona se muestra insegura, se siente que no quiere salir de la casa, que no puede volver a desempeñar la labor de antes, se retrae socialmente y podría desarrollar una fobia social.  
El trauma no solo afecta a la víctima, sino que se extiende a su familia, porque cuando se trata de un menor, el dolor y la frustración se apoderan de los padres y los abuelos, quienes se sienten en duda en términos de que no pudieron garantizar el cuidado y la protección adecuada.
“Los familiares tienden a juzgarse y a culparse dentro de la crisis y el dolor. Esos episodios de frustración, de ira, de llanto, de rabia, pasan por depresión, donde la familia no puede dormir, no quiere comer”, apunta Gómez.  
La recuperación
La recuperación del trauma es posible, pero Gómez sostiene que su rapidez y efectividad dependen de algunos factores. Uno de ellos es la característica individual, porque hay gente que tiene mayores habilidades sociales, sicológicas y emocionales para responder a un trauma.  
Depende de qué tan pronto esa persona recibió la atención sicológica. Si fue de inmediato, puede llegar a superarse más rápido, porque la asistencia es más efectiva.
Un tercer factor está asociado al tipo de trauma que vivió durante el secuestro, las lesiones y daños que recibió.  
En algunos casos, si al individuo no le hacen daño físico, emocional ni sexual, podría no tener experiencia traumática.
Pero cuando el secuestro implica daño físico, tortura, lesiones, daño emocional y hasta sexual, Gómez dice que la recuperación es mucho más lenta, porque tiene otras  implicaciones que conllevan más atenciones sicológicas a ese ser humano. Según el profesional de la conducta, cuando son tratados, los niños tienden a recuperarse más rápido que los adultos, si no hay daños sexuales ni físicos.
El tratamiento aplicado puede incluir el uso de algunos fármacos, pero a veces se les recomienda ir a una terapia de grupo, donde puedan intercambiar experiencias con otros afectados.
Algunas personas mejoran en un tratamiento de seis meses, pero otras pueden durar hasta dos años o más.
Transformación 
Un secuestro por lo general cambia la vida de la víctima, pues marca un antes y un después del hecho.  
Gómez establece que muchas personas quedan tan afectadas que llegan a ser disfuncionales, no pueden volver a armar un proyecto de vida en el orden laboral, social, familiar, además de que  algunas comienzan a tener baja productividad, bajo desempeño y se quedan con ausentismo laboral.
“Muchos tienden a no tener una vida socializante, se tornan solitarios, aislados, desconfiados, creando lo que los siquiatras llaman paranoia social, donde el ser humano se queda siempre afectado, abandonan un negocio si lo tenía”, precisa.
En otros casos, a veces, las personas toman muchas precauciones, compran armas de fuego para garantizar su seguridad física y no visitan ciertos lugares públicos. 
CASOS QUE AMERITARON ATENCIÓN SICOLÓGICA
En los 18 años de ejercicio profesional, Gómez ha brindado atenciones a decenas de personas afectadas por un secuestro.
Recuerda los casos de muchachas de universidades que eran secuestradas en carros públicos, llevadas a moteles, abusadas sexualmente y maltratadas físicamente, y al día siguiente, abandonadas en carreteras.
“He tenido que asistir a jóvenes y adolescentes, secuestrados en centros comerciales los fines de semana y la familia ha tenido que ir a pagar la misma noche pequeñas sumas de dinero que piden como rescate. Muchas veces ese secuestro se queda sin el conocimiento público, porque los padres pagan y ocultan el hecho a la Policía”, precisó.  
Gómez dijo que ha atendido a personas secuestradas para despojarlas de dinero y pasaporte. De personas que han tenido que vivir la experiencia de que los secuestradores entran en contradicción, uno que quiere que la maten y otro no, pero las discusiones se producen frente a la víctima.

 

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