Valor Histórico de la Batalla de La Estrelleta
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Por Roberto Rosado
Fernández
La República Dominicana
nació en el marco de un ambiente convulso. Los grupos envueltos en la
proclamación de la República obedecían a intereses muy disimiles. Los
Conservadores desde mucho antes del 27 de febrero de 1844 ya discutían con el
Cónsul Francés Mr. Levasseur la
posibilidad de la separación de la
parte Este de la Isla y la protección de Francia a cambio de la Bahía y
Península de Samana. En esta idea sobresalían Pedro Santana, Buenaventura Báez
y Tomas Bobadilla como figuras principales.
Por el lado liberal se
planteaba, desde de la Sociedad Secreta La Trinitaria, la creación de una
República libre, soberana e independiente de toda potencia extranjera. Es
decir, que entre liberales y conservadores existía desde ya una contradicción
de fondo.
Los acontecimientos ocurridos en la República de
Haití en 1843 que dieron al traste con el gobierno de Jean Pierre Boyer a
través del Movimiento Reformista, sirvieron para que los Trinitarios
aprovecharan esa coyuntura, se insertaran en el mismo saliendo de la
clandestinidad, ayudaran a su
derrocamiento y consiguieran participar exitosamente en las elecciones
congresuales logrando representantes en la Asamblea Legislativa, demostrando, a
su vez, la fuerza que poseían.
Su éxito no solo preocupo
al gobierno de Charles Gerard, sino también a los Conservadores que creían en
la Separación de Haití para buscar la protección de Francia o cualquier otra
nación poderosa.
Los Trinitarios fueron
perseguidos, apresados y exiliados creándole debilidades visibles. Parecía que
no quedaba nada de aquella organización que pensaba en la creación de una
República libre de toda potencia extranjera. Pero Sánchez, con estrategia
propia de los convencidos de lo que
ideológicamente defienden, se declaró muerto, reorganizo a los Trinitarios y,
en alianza con los Conservadores representados por Tomas Bobadilla, avalado en
el Manifiesto del 16 de enero de 1844, se proclamó la denominada Independencia
naciendo de esa manera la República Dominicana el 27 de febrero de 1844.
La reacción del gobierno
haitiano no se hizo esperar y rápidamente alistaron tropas que marcharon por el
norte y por el sur tratando de recobrar el territorio que habían ocupado desde
1822, cuando Boyer entro sin oposición a la capital para recibir de Núñez de
Cáceres la llave que le otorgaba el
derecho de convertirse en jefe de los ejércitos y del gobierno de toda la Isla.
Las batallas del 19 de
marzo en Azua y la del 30 de marzo en Santiago enviaron una señal a los
Haitianos. Esta señal, muy clara, dejaba entender que lo que se consiguió en
1844 no fue producto de la casualidad sino el resultado del convencimiento que
se tenía de defender con la vida la separación para los conservadores y la
independencia para los liberales.
Los Trinitarios
sobresalieron en el combate, con rifles, piedra, machete, revolver demostraron
su valor tanto en Azua con Duvergé, como en Santiago con Imbert y Mella, pero
los haitianos siguieron insistiendo a pesar de estas dos derrotas.
La Batalla de la Estrelleta forma parte de esa
insistencia. De eso estaba convencido el pueblo dominicano y por eso selecciono
sus mejores hombres para darle recibimiento.
La tarea recayó sobre
José Joaquín Puello de la estirpe
Trinitaria, convencido de que los haitianos no podían cruzar el puente del rio
Yaque del Sur, por eso se preparó para detenerlos antes de pisar las calles de
Las Matas de Farfán. Para lograrlo, se hizo acompañar de los coroneles
Bernardino Pérez Valentín Alcántara y
Bernabé Sandoval.
El ejecito haitiano estuvo
comandado por los generales Morisette, Alexis Toussaint y Samedi.
En José Gabriel García,
Guerra de la Separación Dominicana, se escribe,… “habiendo sido informado ayer
por los espías y prácticos que el enemigo se hallaba acampado en la ribera
derecha del rio Matayaya, como a tres leguas de este cuartel, di inmediatamente
disposiciones de prevención, y al mismo tiempo oficie al general Antonio
Duvergé, que se encontraba en Santome, a
fin de que tratase de reunirse conmigo para combinar el plan de acción , pero
las demostraciones del enemigo me hicieron conocer que no había tiempo para
efectuar mi deseo de que ese digno general coopere en la acción .A la seis de
la tarde pase revista a mis tropas y comunique las ordenes necesarias a los
oficiales. A las dos de la mañana de ese día, al toque de llamada, todas las
tropas a mi mando estaban sobre las armas”.
La batalla comenzó a la 8
de la mañana del 17 de septiembre luego que las tropas nacionales reaccionaran
a una agresión del general haitiano Alexis Toussaint. El general Puello dispuso
cubrir las entradas en Los Cerros de la Estrelleta.
A la 10 de la mañana del 17
de septiembre, los haitianos contraatacaron, pero fueron vencidos por los
dominicanos comandados por Puello.
En una nota del general
Puello se destaca,” se lanzaron contra el enemigo burlándose de sus balas y
metrallas. Los haitianos se alejaron abandonando pertrechos, artillería, cajas
de guerra, fusiles, y dejaron miles de muertos abandonados y algunos heridos”.
El combate duro tres horas. Aquí se puso en alto el grado de organización y
disciplina que había alcanzado el ejército dominicano.
Esta batalla estuvo
matizada por episodios heroicos. “El comandante José María Pérez Contreras cayó
del caballo que montaba al apoderarse con su batallón de una pieza de
artillería antes de caer asfixiado por una bala de fusil que le corto la respiración.
El sargento primero Florencio Soler, abanderado del batallón de Higuey, ve
venir sobre él a un haitiano corpulento que le reta a duelo singular en lo más
álgido de la batalla, y, sin tiempo para defenderse con su arma de fuego, se
apoya en el asta de su bandera y de un tremendo salto descarga su machete sobre
su contendor, quien rueda partido en dos como un tronco cortado por el
vendaval”.
“Lorenzo Deogracia Martí, abanderado del primer regimiento, tuvo
que ser intervenido en plena batalla por el general Puello porque avanzaba con
tanta impetuosidad seguido por guardias de bandera, compuesta por los cabos
Furrieles Leo Polanco, Clemente Yepez, Juan González y Gregorio de Peña, que
obligaba al batallón a que pertenecía a separarse del resto de la brigada. El
capitán Basilio de Soto, perteneciente al Cuerpo de Caballería de Bani, trabado
en combate singular con un soldado haitiano de enorme estatura, fue salvado por
José Valera oficial del mismo regimiento, que abatió al asaltante con la punta
de su lanza”.
El éxito de esta acción que
culmino después de varias horas en las que “el machete sustituyo la metralla y
la ferocidad del zarpazo al fuego vomitado por los fusiles, en nuevos y
relampagueantes laureles para las banderas dominicanas, se debió al genio
militar de José Joaquín Puello, quien convirtió esa función de armas en una
obra maestra de estrategia, y, al denuedo, con que los doce batallones que
participaron en el encuentro se lanzaron a la muerte y aceptación con fría
resolución el sacrificio”.
Con esta batalla la
insistencia de los haitianos por recuperar el terreno perdido se desvanece. El
honor de los dominicanos se eleva al punto más alto. Los Trinitarios demuestran
que a pesar de la visible contradicción con Santana, para la guerra, era la
fuerza determinante, que sin ellos fácilmente haití volvería a ser nuestro
verdugo.
Paradójicamente, después de
estas gloriosas demostraciones en el campo de batalla, Duvergé y José Joaquín
Puello fueron fusilados por órdenes de Santana por su oposición a que la
naciente República pasara a ser manillada, dirigida o controlada por ninguna
nación por poderosa que sea y eso chocaba con la formación protectoral que defendía
Santana y el grupo que giraba a su alrededor.
Pasado este tiempo de 1845
a la fecha, está prohibido olvidar este y los demás episodios que nos
confirmaron como nación. Conservarla es una tarea que está a la orden del día y
promoverla es una obligación del ESTADO, y sus instituciones no solo en el
lugar donde ocurrió el hecho sino en todo el territorio de la República
Dominicana.
Roberto Rosado
Fernández.
Profesor UASD, San Juan de la Maguana
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