Importancia del abrazo en nuestra vida

https://www.elvalleinformativo.com/2018/12/importancia-del-abrazo-en-nuestra-vida.html
MADRID…….Vas caminado
tranquilamente por la calle y te cruzas con una persona a quien hace tiempo que
no ves. Emocionada por el encuentro, avanza hacia ti con los brazos bien
abiertos y decidida a mostrarte cuánto se alegra de verte.
No quieres sucumbir al
contacto físico y, en un intento desesperado por zafarte, estiras el brazo
derecho para intentar un ritual de contacto alternativo, como el tradicional
apretón de manos, quizá dos besos al aire...
Las relaciones humanas han
vuelto a sorprenderte: ¿cómo puede gustarle tanto estrechar a los demás entre
sus brazos con lo incómodo que resulta?, te preguntas.
La respuesta está en la
niñez. Según un estudio de dos psicólogos suecos, publicado en 2012, las
personas que proceden de familias afectuosas, en las que los abrazos son algo
habitual, suelen abrazar a los demás frecuentemente.
"Si hemos tenido un entorno familiar
cariñoso, y en nuestra edad adulta lo valoramos positivamente, tenderemos a
reproducir los patrones que nos agradan", explica la psicóloga Ares
Anfruns, del Instituto Gomà de Barcelona. En comparación, los niños criados en
entornos menos efusivos, suelen ser adultos más distantes.
Pero esta regla no siempre
se cumple. "Si, pese a haber recibido abrazos a destajo, ya de mayores
estamos a malas con nuestro núcleo familiar, puede que tendamos a rechazar lo
aprendido y rehusemos ser afectuosos", afirma Anfruns.
Paradójicamente, la falta
de contacto físico también puede desencadenar una efusividad en la edad adulta
como medio para compensar lo que se ha vivido como una carencia".
Otros factores que pueden
interferir a la hora de abrazar más o menos, añade Anfruns, son traumas
relacionados, por ejemplo, con abusos. Estas vivencias pueden derivar en
bloqueos emocionales que no fomentan nada las relaciones interpersonales.
La
negligencia emocional nos hurta hasta el altruismo
Los abrazos no son
muestras accesorias de aprecio, amor y cariño (deberíamos dar, al menos, cuatro
al día). Más bien, son una necesidad, fundamentales para mantener el bienestar
psicológico a lo largo de la vida.
Los niños que han sufrido
negligencia emocional en su infancia, es decir, que han estado expuestos a una
carencia afectiva continuada, presentan una serie de graves trastornos físicos
y emocionales.
El investigador de la
Universidad de Maryland Nathan Fox lo vio claramente en un análisis de los
niños criados en un orfanato de Rumanía, para el que investigador y su equipo
emplearon 14 años de trabajo.
"Lo más notable de la
habitación de los bebés fue lo silenciosa que estaba, probablemente porque
habían aprendido que sus llantos no iban a ser respondidos", señala Fox en
el artículo donde expuso su estudio.
Los retoños eran
alimentados, bañados y cambiados correctamente, pero la interacción emocional
con ellos era nula. Ningún contacto afectuoso, ni una canción ni una palabra
amable.
La lista de problemas que
se derivan de este tipo de negligencia emocional es larga: poco autocontrol,
retraimiento social, mala gestión de las emociones, baja autoestima,
comportamientos patológicos (tics, rabietas, comportamientos delictivos,
autocastigos…), pobre funcionamiento intelectual y bajo rendimiento académico.
Además, el hecho de que
uno no experimente las caricias de sus congéneres puede acarrear el
subdesarrollo del nervio vago, que conecta el cerebro con la médula espinal. Y
este canal por el que se transmiten impulsos sensoriales y motores es clave
para el desarrollo la capacidad de interacción con los demás.
Durante la primera
infancia, el nervio vago se cubre de mielina, una sustancia protectora de las
neuronas que facilita la transmisión del impulso nervioso. Pero esa mielinización
solo se produce correctamente si el bebé recibe cariño y se halla en calma.
Cuando no es el caso, él
no se conforma correctamente y aparecen los problemas de salud y la disminución
de la capacidad de intimar.
Según Dacher Keltner,
director del Laboratorio de Interacción Social de Berkeley, el nervio vago es
también un sistema fisiológico que favorece el altruismo; si él, la ayuda
desinteresada sería una utopía.
Reducen
el estrés, los conflictos y el miedo existencial
Los abrazos no solo se
notan cuando faltan, también tiene surten un efecto considerable cuando se dan
y se reciben con generosidad.
Estos bálsamos emocionales
tienen múltiples beneficios tanto a nivel físico como emocional. Por ejemplo,
una buena dosis de abrazos reduce el estrés, disminuye la percepción de
conflictividad y amortigua la experiencia negativa ligada a un determinado
problema, según un estudio publicado en octubre en la revista PLOS ONE.
Las investigaciones
también apuntan a que los abrazos, como forma de expresión de apoyo social,
protegen de los efectos negativos del estrés y hacen que, cuando dos personas
los intercambian en sintonía, se dispara la secreción de serotonina, dopamina y
oxitocina, hormonas muy beneficiosas para reforzar los lazos sociales.
Los achuchones compartidos
también disminuyen los miedos existenciales que sufren las personas con baja
autoestima y ayudan a mitigar el dolor físico. Con tantos beneficios, ¿por qué
a veces los rehuimos?
Puede que la cultura
influya en el intento de escabullirse de los brazos ajenos, como postuló el
psicólogo canadiense Sydney Jourard.
El investigador comprobó
en los sesenta que, durante una conversación amigable, los portorriqueños
podían tocarse hasta 180 veces, los franceses unas 110, los estadounidenses un
par de ellas y los británicos, ni una. Pero la clave parece ser que el contacto
físico tiene sus límites.
Están
reservados para relaciones cercanas y momentos concretos.
Según cuantificó un
estudio de 2015 en el que participaron 1.300 hombres y mujeres de cinco países
diferentes (Reino Unido, Finlandia Francia, Italia y Rusia), la relación que
uno tenga con la otra persona y el contexto en que se desarrolla el contacto
físico son determinantes. Los abrazos, como cualquier contacto físico, se
reservan para relaciones estrechas de amistad y de familia.
Por eso no son pocas las
personas que afirman no estar disponibles para encajarse entre los brazos de
cualquiera, como expuso la terapeuta neoyorquina Isadora Allman en la revista
Psychology Today.
Allman recuerda cómo trataba
de zafarse de los abrazos en California, donde este gesto es una forma común de
saludar a cualquiera.
Un día "me senté para
analizar las muchas razones por las que disfrutaba fumar. Dejando de lado el
hábito de la nicotina, una de mis razones era proporcionar una cortina de humo
literal.
Cuando tenía un objeto
iluminado en la mano y exudaba nubes de humo, podía mantener a los demás a una
distancia cómoda". Fumar no es bueno ni para eso, pero lo importante es el
mensaje, la reivindicación de que los abrazos deberían ser cosa de dos, una
tesis compartida por otras personas que piensan que pierden su significado
cuando se convierten en un saludo común.
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