Entre probable y posible

ORLANDO
GIL
Se dilapida lo mucho y lo poco, como si no se fuera a necesitar de nadie, y cada cual librarse a su propia suerte. La única experiencia de doble ronda aconseja precaución.
Lo de que el tercero apoya al primero no es lo que se conoce, y el fatalismo en política no es regla, sino excepción. En el 1996 el tercero se asoció al segundo y burlaron al primero.
La circunstancia impuso normas, y más pudo el temor y el rencor que la bondad y la nobleza. Aunque igual un juego equivocado.
No siempre es fácil separar el grano de la paja, y el PRD de entonces, o el candidato Peña Gómez, no supo que en campaña lo político va primero que lo personal.
En la actualidad se pierde de vista que segunda vuelta es juego nuevo, y nada puede darse por predeterminado. Mucho más que la clasificación es una guerra en tierra de nadie.
Extrañamente, y por culpa
de los sondeos, la segunda vuelta preocupa más que la primera. Y no debiera.
Los momentos son diferentes, y lo primero debe ser lo primero.
Lo segundo siempre se dará
por añadidura.
Entonces ese juego de acercarse, de hablarse, de voltearse y de distanciarse resulta riesgoso, pues, contrario a la ruleta, no dependerá de suerte, sino de estado de humor.
De que uno de los dos posibles esté confesado y el tercero quede cerca de una iglesia y un cura dispuesto a dar la absolución.
Se conoce el discurso público, pero no el manejo privado, y el 911 reanima, pero no cura, ni trata a profundidad el malestar.
Los tormentos por estos
días se deben a una exploración fallida, o por lo menos contracorriente: Amarrar
desde ahora lo que sin duda es más probable que posible.
Publicar un comentarioDefault CommentsFacebook Comments