¿Qué pasó en Colombia?

Los resultados electorales y ascenso de Gustavo Petro a la presidencia de Colombia no pueden reducirse a matemáticas y la construcción de alianzas de sectores democráticos y de izquierda.
La real lectura política del
proceso reside en la desaparición del caudillo Álvaro Uribe y la sed de
producir cambios inspirados en el agotamiento de un modelo que, en
circunstancias especiales, devolvió el sentido de paz y seguridad en franjas de
la población, realmente cansadas de una larga confrontación con un altísimo costo
de sangre y dolor.
Por años, Colombia representó el
reverso de procesos electorales que provocaron el ascenso de propuestas
políticas de izquierda por la vía democrática.
Es decir, cuando la figura de
Hugo Chávez fomentaba una tendencia hacia gobiernos estimulados por la retórica
del líder venezolano y con niveles de financiamientos sin límites, el éxito de
ofertas conservadoras orientadas por Uribe Vélez, sirvió de muro y constantes
disputas en un continente que en todo el trayecto de la guerra fría, las
opciones revolucionarias alcanzaron el poder, desdeñando métodos de pluralidad
y competencia formal.
Dos factores parecen posibilitar
las opciones progresistas: el hastío ciudadano alrededor de los partidos
tradicionales y su innegable incapacidad de promover transformaciones reales en
la sociedad.
Y en segundo orden, la madurez
de los electores penalizando el incumplimiento de las seductoras ofertas en
tiempos de campaña, tradicionalmente olvidadas desde el poder, ahora
profundizadas en el marco de terribles niveles inflacionarios que dificultan
una inversión pública capaz de mejorar el nivel de vida de la clase media y los
pobres.
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Gustavo Petro al poder da esperanza de cambio a Colombia
Más allá de una ola progresista
y/o éxito de las izquierdas, el factor que parece sustentar victorias
alcanzadas y pendientes por conseguir, consisten en encontrar en la desigualdad
y exclusión, la ruta que, en el terreno de los hechos, supera el discurso de
redención social y justicia que por largo tiempo caracterizó el liderazgo
revolucionario en el continente.
Para el ejército de jóvenes en
capacidad de modificar el cuadro electoral por la fuerza de los votos, una
fotografía del Ché, Marx o Fidel, es un referente simbólico de las luchas
redentoras.
Ahora bien, es la pobreza,
exclusión social, servicios públicos inalcanzables en sus comunidades y falta
de acceso a empleos decentes lo que matiza el voto favorable a las opciones de
izquierda. Así pasó en Colombia, y Petro es el nuevo presidente.
La nota política distintiva de
los electores está clara: las ofertas progresistas constituyen la ruta del
momento para castigar a candidatos y partidos sin conexión con los sectores
populares.
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