25.º aniversario del ataque de la OTAN a Yugoslavia: una caja de Pandora que ha acabado en Ucrania
24 de marzo 2024.-
Perpetrado al margen de la ONU y con un férreo control en Occidente sobre su relato mediático, el bombardeo alteró los equilibrios y expuso al mundo a una inestabilidad que aún perdura. La independencia europea y el orden jurídico internacional se quebraron. Y aumentó la desconfianza de Rusia hacia las intenciones de ampliación de la OTAN.
El 24 de marzo de 1999, sin la aprobación del Consejo de
Seguridad de la ONU, fuerzas aéreas y navales de la OTAN lanzaron un ataque con
bombas y misiles contra el territorio de la República Federal de Yugoslavia,
entonces ya solo compuesta por Serbia y Montenegro. Los ataques se prolongaron
por espacio de 78 días, causaron más de 2.500 muertos, incluidos 87 niños, y
produjeron un daño estimado en más de 100.000 millones de dólares.
Se arrojaron 9.160 toneladas de explosivos contra las
ciudades e infraestructuras del país, civiles en su mayor parte. Unas 15
toneladas de la munición empleada contenían uranio empobrecido, de efectos
nocivos para el medio ambiente y la salud humana. Desde entonces, Serbia
experimentó un auge de casos de enfermedades oncológicas. Casi 60.000 nuevos
pacientes cada año, cifra muy alta para un país de poco más de siete millones
de habitantes, sin contar la provincia de Kosovo. Y es el país europeo que
presenta mayor porcentaje de muertes provocadas por cáncer.
En los tres meses que duró la agresión, los aviones de la
alianza atlántica y los misiles lanzados desde sus buques en el mar Adriático
atacaron depósitos de agua y combustible, puentes, fábricas de automóviles y
electrodomésticos, trenes de pasajeros, plantas químicas y refinerías de
petróleo, la embajada de la República Popular China en Belgrado, edificios de
apartamentos, colegios, un rascacielos, aeródromos, hospitales y centros de
maternidad, la sede del Ministerio de Defensa, el edificio de la Radio y
Televisión de Yugoslavia e incluso columnas de refugiados albaneses. Las bajas
en personal y material del Ejército Federal Yugoslavo, oculto y disperso en los
bosques, fueron muy reducidas.
La llamada matanza de Racak, donde a juicio del jefe de
la misión de la OSCE en la región, el estadounidense William Walker, 45
campesinos albanokosovares habían sido asesinados por fuerzas policiales
serbias, fue el detonante que activó la Conferencia de Rambouillet, celebrada
durante enero y febrero de 1999 en el castillo homónimo al suroeste de París,
donde so pretexto de evitar una supuesta limpieza étnica en ciernes en la
provincia de Kosovo y Metohija, la OTAN planteó unas condiciones leoninas que
el Gobierno yugoslavo no podía aceptar, como la pérdida de soberanía y la
presencia en el territorio de 30.000 militares de la alianza atlántica.
Los exámenes de dos comisiones forenses, una bielorrusa y
otra finlandesa, no pudieron concluir que los cuerpos hallados en Racak
hubieran sido masacrados a quemarropa y que la totalidad de los cadáveres
fueran de civiles albaneses. Se sospechó que muchos fueran en realidad de
militantes del grupo terrorista albanokosovar UCK caídos en combate. El
incidente de Racak dio pie a la OTAN para plantear que las autoridades
yugoslavas habían diseñado un plan para acometer una limpieza étnica, cuya
existencia también se cuestionó.
A pesar de todas las dudas razonables frente a las
acusaciones y pese a la disposición del Gobierno yugoslavo en el último momento
de negociar la entrada de tropas de la OTAN en su territorio, el secretario
general de la alianza atlántica, el español Javier Solana, instruyó el 23 de
marzo al general estadounidense Wesley Clark para que cursara la orden de
atacar a Yugoslavia al día siguiente.
El papel de los medios
Se suele admitir que el ataque de la OTAN contra
Yugoslavia puso fin al último capítulo de las guerras que asolaron los Balcanes
desde principios de los años noventa. Las tensiones separatistas en Kosovo se
intensificaron tras la decisión de la facción más radical del separatismo
albanés de emprender la lucha armada: el Ejército de Liberación de Kosovo
(UCK).
Para cuando llegó ese momento, el presidente serbio,
Slobodan Milosevic, ya estaba completamente demonizado por los medios de
comunicación de Occidente. Así lo estima el periodista y autor Pascual Serrano,
que en su ensayo Medios violentos escribe que durante la crisis de Kosovo, esos
medios se posicionaron a favor del UCK "con el objetivo de embestir contra
Milosevic, a pesar de que hasta entonces esa organización había sido catalogada
como organización terrorista por el propio Departamento de Estado norteamericano".
Así que, a ojos de la opinión pública española y
occidental, cuando las bombas empezaron a caer sobre Yugoslavia, caían sobre un
personaje maléfico y sobre los malévolos serbios, que buscaban perpetrar una
limpieza étnica en Kosovo, aunque al final fueron ellos los expulsados. Las
crónicas de los medios de comunicación asumían sin cuestionamiento ninguno los
partes de guerra que distribuía Jamie Shea, el entonces portavoz y jefe de
Prensa de la OTAN, que aseguraba que solo se atacaban objetivos militares y con
armamento inteligente.
"Los partes informativos replicaban la verdad de la
OTAN: los muertos kosovares siempre eran una masacre étnica de civiles,
mientras que los civiles serbios muertos nunca existían. Las viudas y huérfanos
entrevistados siempre eran albaneses o bosnios", recuerda Pascual Serrano,
que, en conversación con Sputnik, explica que en España la OTAN tuvo más fácil
difundir su mensaje. "Porque su secretario general era español y, para más
inri, socialista: Javier Solana".
"Si la supuesta izquierda española estaba a favor
del ataque al gobierno socialista de Yugoslavia, imagina la derecha", dice
Serrano, que afirma que el amplio consenso entre casi todo el espectro político
europeo obró que el establishment no cuestionara la destrucción y la matanza,
llegándose a calificarlas de "intervención humanitaria".
"Una diferencia con el panorama mediático actual es
que entonces los únicos medios eran occidentales, no había acceso a medios
internacionales rusos, latinoamericanos, iraníes, libaneses o chinos, como hay
ahora. Es decir, éramos más fáciles de engañar", asegura Serrano.
Así pasó con el bombardeo el 22 de abril de las
instalaciones de la Radio y Televisión de Yugoslavia (JRT), donde murieron 16
trabajadores. La OTAN, en palabras de Jamie Shea, justificó el ataque porque
"su labor estaba más allá de la profesionalidad y la ética
periodística". En realidad, desde la JRT se difundían todas las imágenes
de los bombardeos, donde se podía ver que los objetivos no eran solo militares
y que el armamento no era inteligente.
Algunas asociaciones protestaron, como Periodistas Sin
Fronteras o la Federación Internacional de Periodistas. "Pero fue un
pequeño ruido de apenas dos días", lamenta Serrano, que recuerda el
"tremendo consenso" entre la derecha y la socialdemocracia en apoyo a
los bombardeos. "Los Verdes alemanes, los primeros", subraya.
¿Un plan con Europa como primer objetivo?
Para perpetrar la agresión de la OTAN a Yugoslavia y la
posterior sustracción de una parte de su territorio en aras de una supuesta
protección humanitaria se obvió la falta de acuerdo en el Consejo de Seguridad
de la ONU, conculcándose el Derecho Internacional. Las consecuencias derivadas
se dejan sentir hoy día en un mundo que es resultado del plan subyacente al
ataque.
En opinión del diplomático y ensayista nicaragüense
Augusto Zamora, la agresión fue en realidad el "primer paso" de un
plan que en EEUU gestó un grupo de presión que posteriormente llegó al poder
con la presidencia de George W. Bush.
"Preconizaban el New American Century, según el cual
el siglo XXI, después de la destrucción de la URSS, debía ser un siglo
estadounidense con EEUU como hiperpotencia", explica a Sputnik. Se quiso
redibujar el mundo para acomodarlo a la visión unipolar de EEUU, "una
visión mesiánica y que tiene no pocos elementos en común con el sueño de los
1.000 años del III Reich".
A juicio de Zamora, una vez desaparecida la URSS y con la
influencia de Rusia en mínimos, EEUU consideró que la primera zona donde debía
consolidar su dominación para obrar una reconfiguración mundial, era Europa.
Kosovo se presentó como un "pretexto ideal para disfrazar una guerra de
agresión imperialista" y EEUU involucró a sus aliados en una aventura que
en realidad menoscababa sus intereses, considera este diplomático.
En 1999 se creaba la Política Exterior y de Seguridad
Común (PESC) y el euro se acababa de aprobar como moneda común. "Y tanto
el euro como la PESC eran considerados por EEUU como una amenaza a su
proyecto", explica Zamora, que añade que Washington encontró en Kosovo
"la ocasión para lanzar una guerra y alinear a la UE con sus tesis".
"Después de la agresión –subraya–, la PESC
desapareció. El euro nació golpeado. EEUU puso en marcha su objetivo
estratégico: la ampliación de la OTAN hasta las fronteras de Rusia. Aquello no
fue una guerra improvisada, jamás estuvieron en juego los derechos humanos.
Pero la guerra cumplió con los objetivos de los impulsores del New American
Century y esto llevó al final a la guerra en Ucrania. Yo ya escribí en 2007 que
la ampliación de la OTAN iba a llevar a una guerra".
Una caja de Pandora
"Uno puede iniciar una guerra, pero no puede saber
las consecuencias que traerá", recalca A. Zamora, que recuerda que las
agresiones que siguieron en Afganistán, Irak, Libia y Siria, terminaron por
escapar del control de EEUU.
"Porque en sus planes, EEUU no consideraba que
pudiera haber otras potencias que se les opusieran. Daban por hecho que Rusia estaba
muerta, China domada y Europa bajo la bota de la OTAN; el campo estaba abierto
para EEUU. Pero esa secuencia se rompe cuando Rusia empieza a reaccionar;
primero en Georgia para parar el proyecto de incorporarla a la OTAN y luego,
aún más determinante, en Siria, donde su acción fue efectiva y corta",
explica.
"La guerra contra Yugoslavia fue la primera guerra
dictada por criterios geopolíticos imperiales de la era moderna. A partir de
ahí, comenzaron una serie de guerras dictadas por intereses geopolíticos cuya
culminación es Ucrania".
Augusto Zamora
Diplomático y ensayista
Es decir, el plan aplicado por EEUU desde 1999 en
Yugoslavia enfrentó sus primeras dificultades en 2008 y experimentó un freno en
2015, en palabras de Augusto Zamora. Durante el proceso, entre Moscú y Pekín se
ha venido tejiendo una sólida alianza a todos los niveles. Téngase en cuenta
que durante el bombardeo de Belgrado incluso se atacó la Embajada de China, un
hecho sin precedentes. "No fue una equivocación", recuerda Zamora,
que describe la acción como intimidatoria, una señal de que EEUU "podía
hacer lo que quisiera".
Pero es precisamente esta alianza estratégica entre Rusia
y China lo que terminó por romper las aspiraciones del plan New American
Century. "Tanto es así, que en 2018 Washington cambia de estrategia; el
vector Asia-Pacífico lo denomina ya Indo-Pacífico y en 2021 se retira de
Afganistán. Se olvida del plan de hiperpotencia y plantea una estrategia basada
en la construcción de una red de alianzas vitales para hacer frente al resurgir
de Rusia y a la emergencia contundente de China. Y en esas estamos",
concluye.
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