El mundo tras la guerra Irán-Israel
Por RAMON CEBALLO Fecha: 01/07/2025
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La reciente guerra abierta
entre Irán e Israel, desatada tras años de tensiones latentes y ataques
encubiertos, ha reconfigurado el mapa geopolítico del Medio Oriente y ha
generado ondas de choque en todo el sistema internacional. Lo que comenzó como
un conflicto regional se ha convertido en un evento catalizador de crisis
diplomáticas, militares y económicas a escala global.
Durante décadas, Irán e
Israel han sido enemigos irreconciliables. La rivalidad entre ambos ha sido
alimentada por factores religiosos, ideológicos y estratégicos, además de la
pugna por la influencia regional.
Sin embargo, la escalada que
llevó al enfrentamiento directo se produjo tras una cadena de ataques e
incidentes en Siria, Irak y el Golfo Pérsico, y culminó con una ofensiva aérea
israelí sobre instalaciones nucleares iraníes, seguida por una respuesta masiva
de Teherán contra objetivos militares y civiles israelíes.
Estados Unidos no fue un
espectador neutral. Como principal aliado de Israel, Washington intervino
militarmente con defensa aérea, inteligencia y apoyo logístico, lo que
convirtió a la potencia norteamericana en un actor directo del conflicto.
Esta participación reforzó
su imagen de garante de la seguridad israelí, pero también provocó severas
críticas en varias capitales del mundo islámico, que consideran a EE. UU. parte
del problema más que de la solución.
En el plano interno, el
gobierno estadounidense se vio forzado a justificar su intervención ante un
Congreso dividido y una opinión pública cansada de guerras extranjeras. Además,
el conflicto elevó el precio del petróleo, tensionó las relaciones con China y
Rusia, y abrió un nuevo frente de inestabilidad en un momento geopolítico
especialmente frágil.
En Medio Oriente, la guerra
tuvo consecuencias devastadoras. Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos,
que venían avanzando en acuerdos de normalización con Israel, suspendieron
temporalmente cualquier diálogo, temiendo represalias internas y externas.
Hezbolá en Líbano y las
milicias chiitas en Irak intensificaron sus acciones armadas, mientras que
Siria volvió a convertirse en un tablero militar, esta vez con mayor
participación iraní directa.
El ya frágil proceso de paz
entre israelíes y palestinos quedó enterrado bajo los escombros, y la causa
palestina recuperó fuerza simbólica en el mundo árabe, aunque sin traductores
concretos en la política regional.
En Europa, el conflicto
exacerbó las divisiones sobre la política hacia Medio Oriente. Mientras países
como Alemania, Reino Unido y Francia respaldaron el derecho de Israel a
defenderse, también pidieron contención. Las protestas pro-palestinas y pro-iraníes
se multiplicaron, aumentando la tensión en ciudades con fuerte presencia de
inmigrantes del Medio Oriente.
En Asia, particularmente en
China e India, la guerra obligó a redefinir posturas. China, aliada estratégica
de Irán, trató de mantener una posición ambigua mientras protegía sus intereses
energéticos. India, por su parte, adoptó una política pragmática, llamando a la
desescalada sin romper sus relaciones con Israel.
En América Latina, la guerra
fue recibida con cautela. Países como Brasil, México y Argentina emitieron
llamados a la paz, mientras que Venezuela, Bolivia e Irán intensificaron sus
discursos antiisraelíes. Las comunidades judías y musulmanas en la región
reaccionaron con manifestaciones públicas, lo que puso a prueba la neutralidad
diplomática de varios gobiernos.
En África, el conflicto
elevó los precios de la energía y agudizó la inseguridad alimentaria,
especialmente en países del norte como Egipto, Túnez y Marruecos, donde la
estabilidad económica ya era precaria.
El mundo posterior a la
guerra Irán-Israel es más inestable, más fragmentado y más impredecible. Las
alianzas tradicionales han sido puestas a prueba, las tensiones religiosas se
han profundizado, y el sistema internacional parece incapaz de ofrecer una respuesta
eficaz.
Los efectos de este
conflicto seguirán latiendo en la diplomacia global, en los precios del
petróleo, en las fronteras militarizadas y en los discursos populistas que,
desde distintas trincheras, ya intentan capitalizar el miedo.
Mientras las bombas han
dejado de caer, la batalla por la narrativa, la legitimidad y el equilibrio
geopolítico apenas comienza.
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