Tianjin 2025: El amanecer de un orden mundial multipolar
El 31 de agosto de 2025, las calles de Tianjin fueron testigos de un momento que los historiadores marcarán como definitivo en la reconfiguración del poder mundial.
La Cumbre de la Organización
de Cooperación de Shanghái (OCS) no fue simplemente otra reunión diplomática;
fue la manifestación tangible de que el mundo unipolar está llegando a su fin.
La elección de Tianjin como
sede trasciende la logística. Esta ciudad portuaria, símbolo del ascenso
económico chino, envía un mensaje inequívoco: las nuevas rutas comerciales ya
no pasan por Londres o Nueva York, sino por los puertos que conectan Asia con
el mundo.
Xi Jinping, en su discurso
inaugural, no necesitó mencionar a Occidente para que todos entendieran el
subtexto: «Estamos construyendo algo nuevo, con o sin ustedes».
Los líderes congregados
representan más del 40% de la población mundial y cerca del 30% del PIB global.
Cuando estas cifras se reúnen bajo un mismo techo, la geometría del poder
cambia inevitablemente.
El encuentro entre Xi
Jinping y Vladimir Putin en los márgenes de la cumbre confirmó lo que los
analistas occidentales temen: la alianza sino-rusa se ha consolidado más allá
de los cálculos de conveniencia.
No es solo cooperación
económica o coordinación militar; es la construcción deliberada de un eje
geopolítico alternativo.
Putin llegó a Tianjin no
como el líder aislado que Occidente pretende proyectar, sino como el socio
estratégico de la segunda economía mundial.
Los acuerdos firmados
durante su encuentro bilateral abarcan desde intercambios energéticos hasta
coordinación en foros multilaterales, demostrando que ambos países han
trascendido la retórica para construir instituciones paralelas al orden
occidental.
La química personal entre
ambos líderes refleja una convergencia estratégica más profunda: ambos
enfrentan la presión occidental y ambos han encontrado en la asociación mutua
no solo supervivencia, sino prosperidad.
La participación de Narendra
Modi añade complejidad y legitimidad al proyecto de la OCS. India representa la
democracia más poblada del mundo y una economía en crecimiento acelerado.
Su presencia en Tianjin
envía una señal crucial: el mundo multipolar no es un proyecto autoritario,
sino una plataforma donde coexisten sistemas políticos diversos.
Las conversaciones entre Xi
y Modi, a pesar de las tensiones fronterizas históricas, demuestran madurez
geopolítica. Ambos líderes entienden que sus diferencias bilaterales no pueden
obstaculizar la construcción de un orden global más equilibrado.
La cooperación económica y
la estabilidad regional se priorizan sobre disputas territoriales que, aunque
importantes, son gestionables dentro de marcos multilaterales.
La presencia de líderes de
Irán, Pakistán, las repúblicas centroasiáticas y otros observadores convierte a
la OCS en algo más que un foro regional. Es el embrión de un sistema
internacional alternativo donde las potencias emergentes definen sus propias reglas
de cooperación.
Cada delegación presente en
Tianjin representa una pieza del rompecabezas de un mundo que ya no acepta la
hegemonía unipolar como inevitable. Estos países no están rechazando la
globalización; están redefiniendo sus términos.
Mientras la OCS celebra su
cumbre más ambiciosa, las instituciones tradicionales como el G7, la OTAN y el
Banco Mundial enfrentan crisis de legitimidad y relevancia. La Cumbre de
Tianjin no busca destruir el orden existente, pero sí ofrecer alternativas viables
para países que se sienten excluidos o marginados por las estructuras
occidentales.
La creación de bancos de
desarrollo alternativos, sistemas de pago independientes del dólar y mecanismos
de resolución de conflictos propios demuestra que la OCS ha evolucionado de
foro consultivo a arquitecto de un nuevo multilateralismo.
La Cumbre de Tianjin
presenta a Occidente un dilema estratégico fundamental: puede intentar contener
este ascenso multipolar mediante confrontación, o puede adaptarse a una
realidad donde su influencia es significativa pero no exclusiva. Los intentos
de aislamiento han demostrado ser contraproducentes, fortaleciendo precisamente
las alianzas que pretendían debilitar.
Europa, en particular,
enfrenta la disyuntiva de mantener su alineación automática con Washington o
desarrollar políticas propias que reconozcan las nuevas realidades
geopolíticas.
La Cumbre de la OCS 2025 no
marca el fin del orden occidental, pero sí establece definitivamente que ese
orden ya no es el único viable.
En Tianjin se escribió el
primer capítulo de una era donde el poder se distribuye entre múltiples
centros, donde la cooperación sur-sur define tanto o más que las relaciones
transatlánticas, y donde el futuro se construye en mandarín, hindi y ruso tanto
como en inglés.
El mundo salió de Tianjin
más multipolar de lo que entró. Esa, quizás, sea la mayor victoria de una
cumbre que cambió las reglas del juego sin necesidad de declarar una sola
guerra.
Por Iscander Santana
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