El PRM ante su prueba más difícil: evitar el destino del PRD
Por José Miguel de la Rosa
Los partidos políticos dominicanos que han gobernado
el país tienen tantas cosas en común que, más que diferenciarse, parecen
imitarse entre sí en su forma de actuar una vez consolidados.
La historia reciente muestra cómo los conflictos
internos han provocado la fragmentación de grandes organizaciones como el PRD,
el PRSC y, más recientemente, el PLD.
El Partido Revolucionario Moderno (PRM) parece haber
llegado a esa misma etapa. Tras su meteórico ascenso al poder en menos de una
década de haberse formalizado como una fuerza política competitiva, hoy
enfrenta su tramo más espinoso desde la fundación.
Más allá de los retos del Gobierno, al PRM le acecha
el fantasma de la división interna, el mismo que en su momento desintegró a sus
antecesores.
La lucha por el poder y las aspiraciones
presidenciales de varios dirigentes auguran una batalla interna que podría
dejar heridas profundas. Vendrán amarres, celos, zancadillas, acuerdos tras
bastidores y maniobras que, si no se manejan con prudencia, podrían conducir al
mismo desenlace del “alma mAter” del PRM: el viejo PRD.
Con tantos aspirantes, algunos con mejores números que
otros, la repartición del apoyo dentro de la militancia no bastará para
satisfacer a todos.
Algunos declinarán, otros se mantendrán firmes en no
respaldar a nadie, y los resentimientos podrían pesar más que las alianzas.
El reto del PRM será romper el patrón para evitar
repetir la historia. Ante este panorama, surge una pregunta inevitable: ¿podrá
el PRM prolongar su permanencia en el poder más allá de 2028? Para lograrlo,
deberán alinearse varios factores.
En primer lugar, el presidente Luis Abinader, quien se
proyecta en la presidencia del partido, deberá convertirse en árbitro y
mediador entre las distintas corrientes internas. En segundo lugar, el partido
necesitará un candidato capaz de unir, no dividir; con liderazgo, moderación y
aceptación interna y externa.
¿Quién podría encarnar ese perfil? Viendo el rol
protagónico que el presidente ha otorgado a la vicepresidenta Raquel Peña,
quien se ha convertido en una figura clave del Gobierno por su preparación,
prudencia y capacidad ejecutiva, no parece descabellado pensar que pueda ser la
carta de continuidad. Su posible candidatura no sorprendería a nadie, sobre
todo porque su aspiración no es un secreto.
Además, la figura de Raquel Peña garantizaría la
continuidad de la agenda gubernamental de Abinader, evitando un cambio brusco
de rumbo. Raquel llegó al poder siendo una desconocida en el ámbito político,
pero ha demostrado temple, discreción y eficacia. Y en política, esos atributos
pueden ser el mejor escudo ante la tempestad que se avecina dentro del PRM.

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