Azua, la primera prueba de fuego de la Independencia

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AZUA……Cuando Pedro Santana vaciló y planteó la “retirada estratégica” en medio del fragor de la contienda, Juan Pablo Duarte llamó a empuñar las armas en la gloriosa epopeya conocida como la Batalla del 19 de Marzo de 1844.
Fue la primera gran prueba de fuego en la defensa de la dominicanidad conquistada la noche del 27 de febrero de 1844 y el punto de partida que marcó el camino de la separación definitiva de los haitianos.

No fue una decisión aventurera a causa de los ánimos exaltados de los patriotas dominicanos, sino el convencimiento de que el territorio ya era y sería por siempre un estado libre, independiente y soberano.

La vacilación de Santana, apoyada por Tomás Bobadilla y Briones, tras el derramamiento de sangre  en las escaramuzas del ejército invasor en el camino de Neiba, no desanimó a quienes a fuerza de machetes, cañones y fusilería ofrendaron sus vidas en aras de la incipiente República Dominicana.

Además de Duarte, quien se incorporó al combate tan pronto regresó de Saint Thomas, el 15 de marzo, la gloria de esa heroica hazaña le cabe también a Antonio Duvergé, Vicente Noble, Nicolás Mañón y Francisco Doñé, quienes acorralaron a los haitianos por varios frentes hasta obligarlos a retroceder.

Aquella no fue una simple refriega la que se libró en el paso del río Jura. Diez mil haitianos entraron al territorio el 11 de marzo a través de Elías Piña y se enfilaron a San Juan de la Maguana, con el presidente Charles Hérald a la cabeza, tomando esa ciudad en un día, mientras en el frente dominicano apenas 2,500 soldados mal armados y harapientos, en su mayoría hateros y monteros, se replegaron a las inmediaciones de Azua para dar la batalla decisiva.

Había que tener valor y coraje, como lo demostraron los soldados dominicanos, para echar un pleito en tan desiguales condiciones.

Aparte de la numerosa tropa haitiana que entró por Elías Piña a San Juan de la Maguana, en Neiba Fernando Taveras se batió en Las Marías y la Fuente del Rodeo, en Galván, con otros diez mil haitianos comandados por el general Soufront. La contienda en el paso del río Jura, en las afueras de Azua (hoy convertido en una hondonada de piedras a causa de la devastación), no sólo detuvo el avance de los invasores, sino que revivió el espíritu de lucha de los dominicanos.

Azua se convirtió desde entonces en la reivindicación del honor. De sus parajes y campos, al igual que de los de Baní, llegaron los refuerzos con los cuales Vicente Noble, Valentín Alcántara, Marcos Trinidad, Hipólito Garabito, Francisco Soñé y José del Carmen García dividieron las operaciones en dos frentes: el de Las Hicoteas y el del Fuente Resolí.

Fueron los valerosos macheteros de  Nicolás Mañón, quienes se unieron a los fusileros y al grueso de una pieza de artillería de Juan Esteban Ceara, Lucas Díaz, Luis Alvarez y Pedro Guillermo. Esa fuerza fue enfrentada a las tropas haitianas del general Thomás Héctor.
El ataque dominicano provocó la estampida de los invasores, que se dividieron en desbandada.

Pero la guerra por la liberación definitiva apenas comenzaba. Por Dajabón avanzaba a Santiago otro contingente del ejército haitiano.
El coraje de los macheteros
Al enterarse los haitianos de la retirada de Santana, el presidente haitiano Charles Herald, invocando ser la frase de ser “un misionero de paz y de verdad”, ordenó al general Jean Louis Pierrot la formación de otra avanzada de su ejército para invadir a Dajabón y apoderarse de la ciudad de Santiago de los Caballeros. Otros diez mil invasores conformaron las tropas haitianas.

Mientras, creyéndose victorioso, Herald amenazó en Mirabalais, Haití, con emplear la fuerza si no eran acatadas sus disposiciones, pero Duarte, Vicente Noble, Nicolás Mañón y Francisco Doñé, entre otros tantos independentistas, se impusieron a la propuesta de “retirada estratégica” de Santana, apoyada por Tomás Bobadilla y Briones, presidente de la Junta Central Gubernativa.

El valor de los patriotas, en su mayoría hateros, monteros y fusileros, sin más entrenamiento que la destreza del machete y la firme disposición de ser hombres libres, hizo que los montes y parajes de Azua se tiñeran de sangre para impedir el avance hacia Santo Domingo de los invasores haitianos, que era el objetivo militar y político de la invasión haitiana que organizó en varios frentes el presidente Charles Herald.
El valor de la dominicanidad
Duarte fue un convencido de la dominicanidad. Incluso, desde antes del grito de Independencia, confió en la capacidad de los dominicanos para construir su proyecto de nación. Pese a los augurios fatalistas de quienes nunca creyeron en el proyecto de nación, como Buenaventura Báez (abanderado del protectorado francés), y el pesimismo de Santana, la dominicanidad se impuso.
Ese valor del dominicano por su patria se puso de manifiesto en Azua, no obstante el poderío y equipamiento del ejército invasor haitiano.

Apenas 2,500 dominicanos enfrentaron las huestes haitianas para detenerlas en las inmediaciones de Azua. Haití dispuso de diez mil hombres por el frente de Elías Pina y de otros diez mil por el cantón de Neiba. En suma, 20 mil soldados. Sólo el espíritu revolucionario y la firme defensa del ideal libertario explica la victoria de los obtenida por los domnicanos frente a los haitianos.
Protagonistas
Juan P. Duarte
Confió en el espíritu de lucha independentista

Duarte, investido con el rango de general, se incorporó a la lucha contra la invasión haitiana tan pronto llegó a Santo Domingo desde su exilio en Saint Thomas. En el escenario bélico de Azua se opuso a la claudicación de las tropas que había propuesto Santana ante la superioridad del ejército haitiano.
Pedro Santana
Temió el fracaso militar de las tropas

El general Pedro Santana, venido desde el Este con un grupo compuesto mayormente por hateros, elevó a Tomás Bobadilla y Briones, a la sazón presidente de la Junta Central Gubernativa, la solicitud del retiro de las tropas por temor al fracaso militar, lo que fue rechazado por la mayoría de los patriotas.

Por Tony Pina/El Caribe

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