¿La fusión de La Española?


Manolo Pichardo

(y 13)

Ricardo Pattee, historiador canadiense, en su libro “Haití, pueblo afroantillano” narra, como otros historiadores, los horrores del odio racial durante la Revolución Haitiana al detallar aquella famosa ceremonia de vudú en donde el sacrificio de un cerdo inició el toque de los tambores de la guerra que incitaron a los esclavos al alzamiento que desató el avance sobre poblaciones para “tomar las armas que encontrasen, o pudieran robar, para comenzar la gran cruzada liberadora.”

Más adelante, el intelectual norteamericano nos cuenta: “ÖLa masa negra iba incendiando, destruyendo y matando, aumentando su número a medida que avanzaba. Las autoridades trataron de organizar la defensa del Cap, a la vez que incitaron a los ciudadanos y a la milicia a matar, sin distinción de inocentes o culpables, a todos los negros que encontrasen”.

Pattee evalúa aquellos acontecimientos de la siguiente manera: “Los excesos y los horrores vividos en estos pocos días llenaron la colonia de estupor. Entre los negros mismos hubo una reacción de repulsión ante los actos sangrientos, y muchas veces sádicos, que se habían cometido. Evidentemente, esta masa ignorante, irritada por generaciones de tratos inhumanos, no pudo, al momento de la exaltación y fervor libertador, reportar sus sentimientos y obró con crueldad y saña incontenibles”.

El autor referido, al abordar el carácter independentista del reinicio de las hostilidades con Francia, señala que entre la población existía la confusión de si el levantamiento que lideraba Dessalines pretendía “la independencia completa, o simplemente la autonomía como en los tiempos de Toussaint, porque los alzados ondeaban la bandera francesa. Y para dejar claro que el movimiento era auténticamente separatista, afirma que “se decidió arrancar del pabellón francés la franja blanca, dejando solamente el azul y el rojo, lo que para Dessalines significaba la eliminación de los blancos y la unión permanente entre mulatos y negros”. Esta alianza, sin embargo, no sería duradera. 

Hecha la necesaria digresión a la luz de la coyuntura de la sentencia del Tribunal Constitucional que precisa, partiendo de lo establecido por nuestras diferentes constituciones a partir de 1929, la forma en que se adquiere la nacionalidad dominicana, terminó esta serie de artículos diciendo que con la llegada al poder de Geffrard finalizaron las invasiones militares al territorio de lo que a partir del 27 de febrero de 1844 pasaría a llamarse República Dominicana. Faustino I fue el último en hacerlo al enviar 4,000 soldados que fueron derrotados por Antonio Duvergé, lo que llevó a que el militar quisqueyano fuera bautizado como El Guardián de la Frontera.

Fabre Geffrard no solo estableció relaciones cordiales con la joven república oriental, sino que cuando ésta perdió su independencia y un grupo de rebeldes se propuso restaurarla, apoyó la causa libertaria, como respaldó las luchas independentistas de Cuba y de Puerto Rico, para militar en la conformación de la Confederación de las Antillas.

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