MARINO ZAPETE Y LA PROFANACIÓN DE LOS TEMPLOS
https://www.elvalleinformativo.com/2019/01/marino-zapete-y-la-profanacion-de-los.html
Por Rafael Pineda
MONTEVIDEO, Uruguay….Los
países tienen lugares simbólicos destinados a rendirles honor a los hombres y a
las mujeres que dedicaron sus vidas a las luchas por la libertad. En algunos de esos descansan los restos de
héroes y próceres. Son esferas respetadas e improfanables.
Escribo esta nota para
hablarles de algo que ocurrió hace mucho tiempo. Doce meses. Trece meses tal
vez. Más o menos. La profanación de las tumbas de los héroes dominicanos.
Marino Zapete, acreditado
periodista a quien en su momento he admirado y respetado, asumiendo la defensa
de la masiva invasión que de manera indetenible llevan adelante los haitianos a
través de todo el territorio de la República,
concentró a un centenar de nacionales de ese país y los condujo hasta el
Altar de la Patria a protestar contra la postura de los dominicanos (o
contra la política migratorio del Estado, una cosa o la otra) ante ese
contexto.
Para Zapete, el dominicano
es racista. Sobre ese absurdo me gustaría en un terreno civilizado debatir con
él.
Tuve el convencimiento de
que llevar haitianos al monumento de
mayor simbolismo, al templo donde están
las cenizas de los hombres que organizaron y llevaron a cabo la lucha contra los haitianos para liberarse de ellos
tras 22 de años de ignominiosa
colonización y 12 años de guerra sostenida,
fue algo muy fuerte y me sentí herido.
Sentí que el autor de esa
“hazaña” estaba profanando el templo de los héroes para humillar la dignidad
del pueblo dominicano, un pueblo que en 500 años de historia ha librado todas
las luchas para sobrevivir como nación,
ha derramado todas las sangres desde los niños que murieron degollados
en Moca hasta la muchacha llamada Cielo García hoy con los brazos mutilados; ha
utilizado todas las estrategias y ha puesto en marcha extraordinarias energías
para defenderse de Haití, desde el 1801 hasta la fecha de hoy; y a lo largo de
la historia de otros países como España, Francia, los Estados Unidos e Inglaterra.
Dominicana nunca atacó ni
ofendió ni invadió a Haití ni a otro
pueblo del mundo. ¿Puede Zapete decir lo mismo de su amada nación haitiana?
Quizás argumente a favor de
sus intereses o simplemente de su forma de pensar, que eso es historia y que a
la historia hay que pasarle borrón y cuenta nueva. No pongo este dicho en su
boca, solamente pienso en voz alta.
Decidido por el trato
indiferente que le dio la autoridad judicial a la profanación del templo de los
héroes, el citado repitió la acción pero
esta vez en el Monumento de Santiago.
Ese monumento es una pirámide erigida desde
1944 con el aporte económico de cada uno de los santiagueros para
conmemorar los 100 años de la
Independencia conquistada tras sangrientas luchas contra los haitianos.
Posteriormente, además, fue destinado a
honrar a los combatientes de la guerra contra España: El inolvidable Gaspar
Polanco a la cabeza; Gregorio Luperón Pedro Antonio Pimentel, Santiago
Rodríguez, José Cabrera, Benito Monción, Ricardo Curiel, José Durán, Aniceto
Martínez, Pedro Florentino, Ángel
Félix...
¿Acaso Zapete no recuerda
(o no quiere recordar) que tan pronto se proclamó la independencia el 27 de
febrero, Haití lanzó contra la República el 19 de marzo del 1844 la guerra
general más despiadada de América (solamente comparable a la de la Triple
Alianza-1864-1870-, en Paraguay) y que fue en Santiago de los Caballeros donde
más se luchó antes y después del 30 de marzo, donde más sangre se derramó para
detener la furibunda ofensiva lanzada por el país vecino?
Santiago de los Caballeros
es un orgullo de la conciencia nacional, es la ciudad más heroica de América.
Allí se le puso el colofón a dos grandes guerras y ese monumento es el emblema
de todas las batallas.
El acto en Santiago de los
Caballeros fue un segundo intento de Marino Zapata por humillar a los
habitantes de este país. Eligió los dos
monumentos donde está la esencia del ser dominicano, donde se guarda la memoria
y se recuerda el valor de las mujeres y de los hombres quisqueyanos.
La intención era golpear el
orgullo dominicano en el punto de mayor sensibilidad. Por donde más le podía doler. Como dicen en
nuestros campos “matando a la perra se acaba la rabia”.
Bien. Pero el distinguido
periodista olvidó la enseñanza de aquella balada de la revolución mexicana
citada por don Juan Rulfo en el legendario libro El llano en llamas: “Ya
mataron a la perra, pero quedan los perritos”.
Y los perritos siguen
ladrando.
Zapete es un gran admirador
del modelo gubernativo estadounidense, inclusive a Dominicana la considera “el
solar” de Boston, New York y la Florida. Ahora bien: ¿Se imagina él la
consecuencia que asumiría un ciudadano de Estados Unidos si, inconforme con la
política de la Casa Blanca hacia los afganos, reuniera a unas cuantas decenas
de musulmanes chiitas o sunitas y los llevara a protestar contra las leyes de
los Estados Unidos en el Memorial del 9-11, donde se rinde tributo a los caídos
durante los atentados terroristas?
¿Qué les pasaría si con el
mismo u otro motivo llegaran hasta el Pentágono Memorial, en Arlington,
Virginia, donde se recuerda a las víctimas del vuelo 77 de American Airlines
durante los acontecimientos del 11 de setiembre?
En Estados Unidos ningún
ciudadano incurriría en el acto de ponerse al servicio de poderes
extraterritoriales como hacen quienes financian con fondos provenientes del
exterior la campaña para haitianizar las plantaciones agrícolas, los centros urbanos, montañosos, costeros y
turísticos de la República Dominicana.
¿Se puede creer que el
ciudadano capaz de esa acción se iría a casa tal si lo cometido fuera
normal? No. Recibiría lo mínimo una
condena judicial, quizás cientos de años en la cárcel, además de la condena de
la prensa y el repudio general de la sociedad. ¿Ejemplo? Revise los diarios y
encontrarás los antecedentes de sus paralelos (muchos tuvieron que exiliarse
para siempre).
En Rusia les pasaría lo
mismo a inmigrantes de cualquier nacionalidad, caras pintadas, organización o secta,
si encabezados por un ruso o no,
hicieran eso en el monumento del Fuego Eterno, donde están los restos de los
soldados muertos durante la ofensiva nazi de los años 1941 al 1945, o al Museo
Central de la Gran Guerra Patria.
Lo mismo le pasaría en Chile
a cualquier dirigente, sin importar que sea periodista, obrero o doctor, si reuniera a seguidores de Augusto Pinochet
y los llevara a organizar un acto en el Museo de la Memoria donde,
precisamente, se honra a las víctimas del régimen Pinochet.
Aquí, el citado profesional
de la comunicación actúa con la seguridad de que, tras su desempeño, no habrá
régimen de consecuencia sobre él, convencido de que le tiene pisada la cola al
Poder Judicial.
Ya que Haití no puede darle
marcha atrás a la historia y aprender que a los pueblos vecinos hay que
respetarlos y tratarlos como amigos, tiene que pedirles perdón a los
dominicanos. Y Marino Zapete también debe pedir perdón por el ultraje a la
dignidad de los héroes de este país.
Zapete ha jurado darlo todo
por los haitianos, lo he escuchado en sus programas de televisión. Ese juramento lo ha llevado a ignorar que
esta patria tiene 300 años defendiéndose de los haitianos, de sus ataques y de
las pretensiones de avanzar
territorialmente sobre la nación que fundaron Juan Pablo Duarte y los
Trinitarios. Aunque para él, hoy, Duarte no sea más que un señor racista.
Y puede serlo para él, y
para quienes defienden sus mismos intereses. Algún día debe enterarse que hay
10 millones de dominicanos que valoran a Duarte como un pensador y hombre de
acción, un visionario, hombre lúcido de ideología revolucionaria que no tuvo
odios ni ambiciones de poder. Un hombre que lo dio todo, hasta el patrimonio
familiar, para que los dominicanos seamos dominicanos y tengamos un país llamado
República Dominicana.
Los haitianos,
envalentonados por el soporte que
reciben de los países ricos, de las ONG
y de periodistas que actúan como Quinta Columna, intentan robar el mundo que a
fuerza de heroísmo construyeron nuestros padres con su trabajo, sus luchas, con
sacrificio y derramando sangre en los campo de batalla.
Dominicana no solo ha
luchado contra Haití (su más tenaz perseguidor), sino también contra
estadounidenses, españoles, ingleses y franceses. Todo por la soberanía.
Llevar haitianos al Altar
de la Patria y al monumento de Santiago de los Caballeros, la heroica ciudad que ardió en llamas, quemada para evitar que caiga bajo dominio
extranjero, es muy fuerte.
Zapete olvidó, y yo le hago
acuerdo, que el 6 de setiembre del 1863
Santiago fue quemada por orden de Gaspar Polanco, uno de sus más egregios
defensores, para que no caiga en manos del imperio español. Probablemente, para
restarle mérito al orgullo dominicano, dirá que esa acción fue tomada por
motivo de racismo contra la blanca España, porque la mayoría de los
combatientes eran negros como el propio
Gaspar Polanco.
Olvidando, porque no sabe o
porque no quiere saber, que el único país racista de América, además de los
Estados Unidos, fue, es y ha sido Haití.
¿Ignora que, exceptuando a
Estados Unidos y África del Sur, es en Haití donde se han cometido los
más aberrantes crímenes raciales?
Si los haitianos continúan
entrando en masa como lo están haciendo, sin fijador en la frontera; si no son
sacados hoy los millones que ilegalmente han ocupado nuestros barrios, dentro de 20 años, lo que fue una vez un
territorio puro, como dijo el poeta Pedro Mir, un territorio sin tacha, habrá
retrocedido a la edad media en materia de convivencia social, inseguridad
ciudadana, comercio, negocios, salud pública, vivienda; se repetirán por miles
los casos de Cielo García y la República se reflejará en el espejo de lo que es
Haití mismo hoy.
Mientras tanto, al año de
haber profanado los templos de los héroes, en mangas de camisa, pisando cada vez
más fuerte la extensa cola del Poder Judicial, Marino Zapete va por las
bulliciosas calles de New York, Boston y New Jersey, buscando apoyo entre la
diáspora para profundizar la haitianización de la República Dominicana.
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