Ritos a la muerte en RD
https://www.elvalleinformativo.com/2019/02/ritos-la-muerte-en-rd.html
Por Rubén Moreta
Por el carácter finito de
los seres vivos la muerte es consustancial a la vida, aunque, para los humanos
esta resulta siempre umbría e insondable. Vida y muerte discurren en una
extraña y silente dicotomía. La vida con
grandes aliados y apologistas (la
religión y la ciencia), y la muerte, despreciada e impugnada por el
fundamentalismo religioso, sugiriendo y prometiendo tras ella una nueva vida al
lado de Dios, o si el comportamiento fue detestable, una vida oprobiosa junto a
Satanás. De esta manera, el paradigma
religioso esboza un enfoque reduccionista de la muerte, porque promete más vida
tras la muerte, que sería placentera con Dios versus otra en arredro con el
Diablo.
La ciencia se ha encargado
de ir extendiendo la vida terrenal. Hoy
la esperanza de vida se ha ido empinando: en Japón es de ochenta y cuatro años;
España, Suiza e Italia de ochenta y tres; Cuba de setenta y nueve y la
República Dominicana de 77 años.
Tras la muerte humana,
existe una ritualidad que va a guardar
relación con la cultura y tradiciones de cada pueblo. Los ceremoniales mortuorios son
antiquísimos, y datan de aproximadamente
230 mil a 130 mil años, cuando los seres humanos comenzaron a enterrar sus
muertos.
Los homínidos que iniciaron
los enterramientos humanos fueron los Homo Neanderthalensis u Hombres de
Neanderthal, que adquirieron ese nombre porque los primeros de su tipo fueron
encontrados en el valle de Neander en Alemania en 1856, y designados así en
1863 por el geólogo e investigador inglés William King. Los neandertales hacían los enterramientos en
un marco ritual que ha continuado hasta hoy. La sepultura de los humanos sigue
estando precedido de elementos simbólicos, conforme los perfiles religiosos del
país, región o cultura.
Con el enterramiento de los
muertos, los deudos envían una señal de valoración y afecto al difunto, y
presumen una garantía de paz, tranquilidad y una “morada eterna” para el
extinto. Así, simbólicamente el lugar escogido para la sepultura –el
cementerio- se convierte en el espacio obligado para el reencuentro jaculatorio
y emocional de los vivos (familiares o allegados) con el/la caído/a o ido/a a
destiempo.
Estudios científicos
revelan que la visita al espacio donde yace un familiar o amigo querido
sepultado, permite un “acercamiento” y/o “comunicación” de gran impacto
emocional. Este efecto no se trata de
una pose estéril o de apología religiosa, sino un momento de mucha
espiritualidad, simbolismo y gran calado afectivo.
Tras la sepultura, los
familiares del difunto en casi todo el territorio nacional, conforme las
tradiciones católicas, suelen guardarle
un novenario, que es un tiempo de recogimiento, donde se recibe el pésame de
amigos y allegados, se realiza una misa al caer la tarde y el ultimo día, un
rezo especial. Modernamente, cuando hay
familiares cercanos que residen en otros pueblos, la familia, de común acuerdo,
puede hacer recortes y adaptaciones de días para que las últimas preces se
hagan sábado o domingo.
En la sala se prepara un
pequeño altar encima de una mesa con mantel blanco, con la fotografía del
difunto en el centro, junto a imágenes de la virgen de la Altagracia, de
Jesucristo o algún santo católico, adornado con flores frescas dentro de un
jarrón con agua y un velón grande encendido todo el tiempo.
En las comunidades rurales
sureñas y en los barrios populares, la puerta frontal de la casa del difunto no
se abre durante el novenario. Concluido el último rezo, se procede a abrir
dicha puerta y se lanza agua bendita a la calle.
Acuden al último rezo todos
los familiares lejanos y amigos que no pudieron ir al velatorio, por lo que se
congrega mucha gente. Ese día, aún vivan
en condición de pobreza, los deudos anfitriones preparan abundante comida y
brindis.
En los campos rurales del
sur se “matan” animales, se cocinan e ingieren en el patio o en una casa
contigua. Las capas medias, contratan
servicios gastronómicos en restaurantes que son servidos in situ. El ceremonial mortuorio concluye al caer la
tarde con una misa.
Los deudos suelen ponerse
vestimenta de color negro, gris, blanco o combinaciones. Las mujeres suelen permanecer meses y años
con ropa de estos colores apagados, como sinónimo de respeto al ser ido a
destiempo.
El autor es Profesor UASD.
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