¿Y los culpables?
No queríamos tener razón,
más bien deseábamos equivocarnos. Pero para colmo, la aventura criticada se
repitió en varias oportunidades con una emergencia y una cuarentena mal
manejadas, una apertura económica inoportuna y sin posibilidades de cuajar, la
convocatoria a elecciones presidenciales y congresuales “sí o sí”, una campaña
electoral clientelista e irrespetuosa de normas sanitarias vitales, y
votaciones y celebraciones altamente contaminantes.
El rebrote no se hizo
esperar… hasta generar la alarma y los peligros actuales, quedando pendiente la
sumatoria de lo acontecido al finalizar la campaña y en los comicios del 5 de
julio, que podría generar algo peor.
La salud y la vida de
tanta gente nunca ocuparon el primer lugar de atención de la clase
dominante-gobernante; no conmovió los corazones de partidocracia, grandes
empresarios y tutores supranacionales movidos fundamentalmente, o por el
dinero, o por la ambición y dominio sobre el Estado y el territorio nacional.
En materia de “estado de
emergencia” y “cuarentena” primó el “comesolismo”, el afán de control
autoritario, el ventajismo electoral, el uso clientelista del poder, el empleo
de dinero sucio acumulado en ocho años de corruptela y la oportunidad de robar
con las ventajas que permiten los atributos excepcionales de la emergencia.
Esto, a su vez, generó en
la cúpula opositora -puntera en cuanto a respaldo de electores- enormes
tensiones que la condujeron a intensificar sus prácticas clientelistas, al
empleo de recursos espurios y a riesgosas complacencias con la cúpula
empresarial. ¡Hay criminalidad sistémica compartida y responsables impunes en
esas decisiones, que la historia habrá de juzgar y castigar!
No cuestiono la justeza
del inmenso anhelo popular de castigar todo eso y muchas perversidades previas.
Incluso es explicable el interés de la mayoría de los votantes y de la propia
partidocracia opositora en desplazar al PLD.
Pero es injustificable el
desprecio esencial del PRM y aliados, y de todo el abanico defensor de este
sistema de dominación, respecto al previsible impacto trágico de una apertura
económica, una campaña electoral y unas votaciones evidentemente a destiempo y
reñidas con la salud y la vida de esta sociedad.
Ciertos motivos justos no
eximen las culpas en tragedias expresamente provocadas y, además, previsibles.
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