Se va el Presidente

Se acerca el final del mandato funesto de 16 años de gobiernos del PLD y el expresidente encamina sus pasos hacia su hogar, dejando atrás la “silla de alfileres”, para luego ser acosado por la ingratitud de quienes recibieron de él favores y carta abierta para sustraer los recursos públicos y enriquecerse.

A partir del 16 de agosto, él retornará a ser un ciudadano más, con el consabido mote de “expresidente” o el título “nobiliario” de Presidente, como nombran los adulones a quienes han ocupado esa posición.

Muchos miembros de su gabinete ya han decidido guardar silencio y recular discretamente para alejarse de un hombre que, rechazado por el pueblo, no podrá mantenerles su condición de funcionarios.

Momentos de soledad, tristeza y desaliento se tornan tormentosos para alguien que pierde su Congreso, su Justicia y el saludo entusiasta e hipócritas reverencias de las hienas de la clase dominante.

En otros casos, la paz y satisfacción acompañan al expresidente cuando ha cumplido con el mandato de la Constitución y las leyes, alejándose de las estridencias del entorno palaciego para reencontrarse a sí mismo.

La soledad del Poder es el trance desolador que precede al acorralamiento; cuando el que dirige se halla solo con su conciencia al asumir alguna medida importante; responsable de sus aciertos y errores.

No se trata sólo al ordenar algunas medidas, sino en el momento en que el Presidente es presa del más absoluto desamparo al ser desobedecido o los gobernados le retiran la confianza y apoyo que esperaba.

En pocas palabras, la soledad del Poder se expresa como el castigo de un látigo, cuando al expresidente le invade una inusual amargura espiritual, y sentado en su mecedora, al lado de su perro, advierte que no manda nada.

 

 

 

 

 

 

 

 


Related

opinion 8982623143475020925

Publicar un comentarioDefault Comments

emo-but-icon

PUBLICIDAD

PUBLICIDAD




LAS MÁS DESTACADAS

EL TIEMPO

item