César Duvernay

 Ya han transcurrido 23 años del fallecimiento del doctor José Francisco Peña Gómez, sin lugar a dudas el más grande líder de masas de la historia democrática dominicana, pero quien en adición, fue un ejemplo de carisma, nobleza y superación.

José Francisco no solo supo sobreponerse a las calamidades de la orfandad y la pobreza extrema, sino también a las inclemencias de la más feroz discriminación racial, que no fue óbice encumbrarse a los más altos niveles del firmamento político internacional, siendo reconocido y admirado por los grandes líderes de la época.

Nacido en la Loma El Flaco, provincia Valverde, en 1937 (hubiese tenido 84 años), Peña Gómez fue un paladín en las luchas por las libertades públicas y un interlocutor válido de los sectores más desposeídos.

De una inteligencia privilegiada, a la corta edad de 28 años asumió la conducción política de la revuelta del mes de abril de 1965. Desde su condición de líder máximo del Partido Revolucionario Dominicano, sus condiciones como estratega y concertador quedaron plasmados en los acuerdos de Santiago (1974) y de Santo Domingo (1994), en los cuales dio cátedras de su desprendimiento y compromiso colec­tivo.

Analizar a Peña es encontrar un sinnúmero de aristas que evidencian a un político muy adelantado para su tiempo, que sabía mirar más allá de la curva y que hizo grandes aportes a la municipalidad (fue alcalde del Distrito Nacional 1982-1986); que sembró el internacionalismo partidario y fue un gran “influencer” radial de aquel tiempo. Lamentablemente un cáncer de páncreas lo venció la noche del domingo 10 de mayo de 1998.

 

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