Las entretelas de la corrupción
Por ANULFO MATEO PEREZ
El castigo a los culpables de corrupción, en un país
donde la “institucionalidad” de 31 años de dictadura unipersonal pasó al
libertinaje de la clase gobernante, es casi imposible sin un cambio político
que establezca un nuevo orden, resultado de una real y efectiva separación de
los poderes del Estado.
Los que saquean a su antojo los recursos públicos, están
conscientes de que son parte de un sistema político pervertido y que de ser
enjuiciados irán a tribunales cuyos jueces medran en el lodazal del cohecho.
Están confiados de su descargo, porque se trata de una
justicia hecha como traje a su medida; que lo demás se resuelve ganando la
guerra mediática, lo que sería muy fácil al controlar cierta prensa
corporativa.
Con recursos drenados del erario se han hecho dueños de
medios impresos y electrónicos, que sumados a la otra les ayudan para apuntalar
no sólo la absolución en los tribunales, sino en la opinión pública nacional.
Por su poder económico, estructurado en pocos años, han
logrado también el monopolio de los partidos tradicionales del sistema y del
Congreso Nacional, para que una sola fuerza política modele la opinión.
Aseguran que con ello controlarán la voluntad política de
las mayorías, convirtiendo a los disidentes en un “polvillo individual e
inorgánico”, logrando así la hegemonía entre el “consenso” y la fuerza.
Por esa dura y cruda realidad es que se torna imperioso
un cambio político, donde otros actores guíen las nuevas instituciones, las
cuales deben responder a la voluntad e intereses del pueblo dominicano.
Nos hallamos en la antesala de trascendentes cambios y
debemos dar paso a una nueva alborada, conscientes de algunos riesgos, porque,
como decía Antonio Gramsci, “en ese claroscuro surgen los monstruos”.
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