¿Por qué las mujeres parecen ir más al baño? La respuesta te sorprenderá
“¿Ya estamos parando otra vez?”. Esta una queja habitual en los viajes familiares por carretera y dirigida con frecuencia a las mujeres. Desde las comedias de TV hasta los monólogos, la idea de que las mujeres tienen la vejiga más pequeña se ha convertido en un chiste cultural. Pero, ¿es esto correcto desde el punto de vista anatómico?
La respuesta corta es que, en
realidad, no. El cuadro completo revela una interacción más compleja -y mucho
más interesante- entre anatomía, fisiología y condicionamiento social. Las
mujeres pueden sentir que necesitan ir al baño más a menudo, pero el tamaño
real de su vejiga no es muy diferente.
La vejiga es un globo muscular
diseñado para ser flexible. Dos características clave lo hacen posible: el
músculo detrusor y el epitelio de transición.
El detrusor es una capa de
músculo liso que forma la pared de la vejiga. Su inusual elasticidad le permite
a la vejiga estirarse sin provocar señales constantes de estar “llena”. Cuando
la necesidad nos urge, se contrae con fuerza para vaciar la vejiga.
Un revestimiento interior, el
epitelio de transición, se comporta como un origami biológico, se estira y se
aplana para acomodar el volumen en expansión, al tiempo que protege los tejidos
subyacentes de los contenidos tóxicos de la orina almacenada.
Gracias a este ingenioso
diseño, la vejiga puede expandirse y contraerse durante toda la vida sin
desgarrarse, perder tono ni emitir falsas alarmas la mayoría de las veces.
Diferencias hombre/mujer
Desde el punto de vista
estructural, las vejigas masculina y femenina son más parecidas que diferentes.
Ambas contienen cómodamente entre 400 y 600 mililitros de orina. Lo que rodea a
la vejiga puede influir en la sensación y la urgencia, y aquí es donde empiezan
las diferencias.
En los hombres, la vejiga se
sitúa por encima de la próstata y delante del recto. En las mujeres, se
encuentra en un compartimento pélvico más estrecho, compartiendo espacio con el
útero y la vagina. Durante el embarazo, el útero en crecimiento puede comprimir
la vejiga, de ahí la necesidad de ir al baño cada 20 minutos en el tercer
trimestre.
Incluso aunque no haya
embarazo, las limitaciones espaciales pueden hacer que la vejiga desencadene
antes una sensación de urgencia.
Algunos estudios sugieren que
las mujeres son más propensas a sentir la vejiga llena a volúmenes más bajos,
posiblemente debido a influencias hormonales, a un aumento de la información
sensorial o a la relación dinámica entre el soporte del suelo pélvico y el
estiramiento de la vejiga.
El suelo pélvico -un conjunto
de músculos que sostienen la vejiga, el útero y el intestino- es fundamental.
En las mujeres, puede debilitarse por el parto, los cambios hormonales o
simplemente el paso del tiempo, alterando la coordinación entre sujetar y
soltar.
Gran parte de ese control
depende del esfínter uretral externo, un anillo de músculos voluntarios que
actúa como guardián de la vejiga, ayudándote a esperar el momento socialmente
más conveniente para orinar.
Forma parte del complejo del
suelo pélvico y, como cualquier músculo, puede perder tono o reentrenarse.
Mientras tanto, las infecciones del tracto urinario (más comunes en las mujeres
debido a una uretra más corta) pueden dejar la vejiga hipersensible, aumentando
la frecuencia de la micción incluso después de que la infección haya pasado.

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