Senasa: ¿para qué existe?
El sistema de salud pública dominicano siempre ha sido muy deficiente. Cuando el país tenía poca población, las clínicas privadas atendían a la diminuta clase media y alta, y los hospitales públicos aliviaban los pobres.
Actualmente, con una población
de alrededor de 12 millones de habitantes, los hospitales públicos no tienen
los recursos adecuados (la inversión en salud no alcanza el 3% del PIB) ni el
personal suficiente para dar respuesta a las demandas de servicios (y ni hablar
de la irresponsabilidad de una parte del personal médico y administrativo).
La Ley de Seguridad Social
87-01, promulgada en el 2001, estableció el llamado Seguro Familiar de Salud en
tres categorías: el contributivo donde cotiza el empleador y el empleado, el
subsidiado costeado totalmente por el Estado supuestamente para los pobres, y
el contributivo-subsidiado esencialmente para los informales con capacidad de
hacer aportes.
En este sistema, producto de
la ola privatizadora de la década de 1990, las Administradoras de Riesgos de
Salud (ARS) son las intermediarias entre cotizantes y proveedores privados, o
sea, fungen como aseguradoras.
La intermediación de las ARS
encarece los servicios de salud, pero median burocráticamente entre múltiples
cotizantes y proveedores, con frecuencia para insatisfacción de ambas partes.
Ese sistema tiene sentido en
el mercado privado de la salud para que las empresas e instituciones gestionen
sus planes con aseguradoras privadas, bajo regulación y supervisión del Estado.
Pero el Gobierno dominicano
también comenzó a operar como asegurador. Creó una ARS propia: el Seguro
Nacional de Salud (Senasa) para asegurar los pobres a ser subsidiados por el
Estado, e incursionar en el sistema contributivo.
Los pobres (y cualquier
dominicano o dominicana) necesitan unidades de atención primaria en todo el
país y hospitales públicos bien gestionados, lo que corresponde al Servicio
Nacional de Salud (SNS), y boticas populares. No la intermediación burocrática
de Senasa.
Los dominicanos deberían poder
acudir a los centros de salud pública simplemente con su cédula, o Senasa
debería emitir carnet automáticamente a toda la población dominicana que no
tenga un seguro privado si el objetivo es cobertura total de salud, o solo a
aquellos que las estadísticas oficiales indiquen son pobres si el objetivo es
subsidiar la salud de ese segmento social.
Del lado comercial, Senasa
supuestamente compensaría gastos de los subsidiados con los beneficios que
dejarían los asegurados contributivos.
Pero esas matemáticas
difícilmente funcionen así: los contributivos nunca serán suficiente para
cubrir los subsidiados y el Estado termina subsidiándolos a todos. Además, el
Estado no debería incursionar en el mercado privado de las aseguradoras de
salud que ha creado para bien o para mal, según el cristal con que se mire.
Por todas estas razones Senasa
está desenfocada y desbocada, aún si operara de manera pulcra.
Pero ni eso, ahora explota el
mega-escándalo de corrupción de sobrefacturaciones pagadas a entidades
privadas, procedimientos falsos pagados a médicos, clínicas y farmacias,
vacunas gratis vendidas, etc., etc. Es un antro de corrupción público-privado,
según reportan los medios.
Investiguen, castiguen y
reenfoquen a Senasa. ¿Para qué realmente existe? ¿Para asegurar a quién y
subsidiar a quién?

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